Un fracaso de misión interplanetaria

Un fracaso de misión interplanetaria

LAGUNA DE VOCES

El hombre vestido de cosmonauta se asomó por la azotea que da al jardín. Confirmó la altura del ciprés, pero no se animó a dar el primer pequeño salto para el extraterrestre, pero grande para su humanidad o lo que fuera. Además, llovía y todo estaba encharcado, de tal modo que resultaba poco atractivo en la transmisión que realizaban en vivo a su planeta, que después supe estaba alejado a un año luz, y seguro que por esa razón no le apuraba nada; aunque es de entenderse que, si había llegado a esa velocidad en su nave, que sinceramente resultaba extraña por antigua y carente de cualquier tecnología moderna, luego entonces no se entendía su actitud.

Al fin me vio cuando colgado de un extraño lazo que era eso, un simple lazo, tocó por la ventana de la oficina y me apuraba para que subiera a toda prisa a la azotea, porque otro de sus acompañantes estaba encerrado en el módulo de aterrizaje. Hasta eso se veía con nobles intenciones, pero como en estos tiempos hasta disfrazados de marcianos los narcos arrasan con lo que se les pone enfrente, decidí que era obligación mía prevenir cualquier maldad y atranqué lo más que pude las chapas para correr, pero rumbo a la salida.

Era viernes. Los sábados y domingos solo está el vigilante, que tiene la orden absoluta y estricta de no hacer caso a la aparición de ser viviente o fantasmal que se vea en las cámaras. Por eso, cuando el lunes encontraron un módulo espacial con un extraterrestre con cara de asfixiado, nadie tuvo la menor duda que se trataba de un ingenioso método del Cártel Santa Rosa del Espacio, para ya no robar, sino expropiar lo que tocaban.

Para suerte de todos los integrantes de cualquiera de esas organizaciones, apenas si tenían la capacidad de balbucear una o dos mentadas de madre, por lo que nunca explicaron si ellos habían victimado al visitante del espacio. Además, que nadie se los preguntó, porque ante esa imposibilidad de comunicarse, casi siempre acababan por mochar lenguas, después la cabeza entera y por último hacer bultos con retazos sin hueso.

Por su parte, el pobre que había tocado en la ventana de la oficina, descubrió muy tarde que en la Tierra sí hay gravedad, y el lazo que sí era lazo, se reventó apenas me había pedido subiera a paso veloz a la azotea para salvar a su compañero.

No, por supuesto, y para ventaja de los terrícolas, la voz e imagen viajaba una milésima parte de la de la luz, de tal modo que se enterarán de la desgracia de sus emisarios, transcurridos por lo menos cien años. Solo la policía local se interesó en las grabaciones para identificar a uno que otro de los malévolos criminales del Cártel ya citado, pero como siempre resulta peor intentar siquiera detenerlos, mejor destruyeron la vieja casetera con la que pretendían enlazar nuestra galaxia con la suya.

Será para la otra.

Pero su misión fue un fracaso.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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