Un cigarrito

RELATOS DE VIDA

Simplemente extendió la mano, y en un volumen bajo, casi silencioso dijo -me das para un cigarrito- la joven mujer, a quién se dirigía el mensaje dirigió primero la mirada hacia la palma extendida, que por pocos centímetros hacía contacto físico con su brazo.
Un tanto temerosa, observó detenidamente la extensión del brazo, estaba sucia, las uñas un tanto  largas y presentaba un poco de temblor; subió la mirada a la fuente que emitió el mensaje y preguntó a la figura masculina que estaba a su lado, – perdón, no lo escuché ¿qué fue lo que dijo? – Aún con la mano extendida repitió – me das para un cigarrito.
La chica de aproximadamente 25 años replicó, – no tengo para cigarros, pero puedo comprarle algo de comer en esta tiendita- sin embargo la buena voluntad no fue aceptada al responder firmemente – no, sólo quiero un cigarrito-  y con la respuesta la joven respondió – lo lamento, pero en eso no puedo ayudarte.
El de apariencia indigente, no por la ropa gastada o zapatos rotos, sino por la suciedad que presentaba, ante la negativa, bajó el brazo y caminando lentamente comenzó a buscar alguien más que cumpliera su ansiedad.
Repitiendo el mismo cuestionamiento – me das para un cigarrito- y extendiendo la mano a cada persona que circulaba por la calle, llegó hasta un puesto ambulante que comercializaba con cigarros y botanas a menudeo, y dirigiéndose al vendedor adecuó la pregunta – me regalas un cigarrito-  solicitud negada con desprecio.
Sin embargo siguiendo la ideología de “el que persevera alcanza”, el hombre continuó replicando la solicitud a los peatones cercanos, encontrando finalmente a un joven que ante la propuesta metió sus manos a los bolsillos sacando dos monedas de cinco pesos para depositarlas en la mano extendida del hombre ansioso.
La acción siguiente, era evidente para todos aquellos que escucharon la pregunta en múltiples ocasiones y seguían el andar del solicitante, caminar hacia el puesto ambulante y comprar dos cigarros.
Una vez concluida la transacción, pidió un encendedor, tomó el cigarrillo por el filtro, lo colocó en los labios para después encenderlo, realizó una inhalación profunda del humo y lo soltó lentamente, como si en eso se le fuera la vida; en tanto, posiblemente analizaba la próxima estrategia para cumplir con su deseado capricho.

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