UAEH: la protesta estudiantil reformadora

UAEH: la protesta estudiantil reformadora

FORO ABIERTO

La reciente movilización estudiantil en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), abre paso a las posibilidades de la renovación universitaria desde adentro, después de largo control de más de cuatro década: ni con Porfirio Díaz y casi igual que Fidel Velázquez, se había visto en México un dominio tan longevo en un territorio, y mucho menos en una institución educativa.

A unas horas de que se discutan las demandas estudiantiles, es importante reflexionar sobre la importancia de estas movilizaciones, en un momento de cambio sociopolítico en el país y en la entidad. Justamente, el alcance de la protesta estudiantil incide en el corazón de la universidad.

Con anterioridad el control político y administrativo de la UAEH impedía cualquier manifestación o pluralidad en la comunidad universitaria, a riesgo de que cualquier disidencia, individual o grupal fuera brutalmente reprimida.

La protesta estudiantil inició en el Instituto de Artes (IDA). A finales de agosto de 2023 se manifestaron en contra de la directora de ese campus universitario, a unos días en que había sido designada mediante los mismos métodos tradicionales. No se hizo caso del contenido de las demandas estudiantiles; ni por las autoridades universitarias, ni por la directora que tenía antecedentes de maltrato y nula empatía con el alumnado y si en cambio, la protección a profesores acosadores.

De manera inédita, la protesta creció por el desprecio de la Rectoría, y por el vacío de poder creado en el instituto. El 28 de agosto, los estudiantes tomaron el edificio del IDA y fue así como se dio el primer paso a  la primera reunión con autoridades. Nuevamente el rector, Octavio Castillo, desdeñó la protesta y envío a la directora, al líder estudiantil del CEUH y un representante de rectoría. Los estudiantes entregaron el pliego petitorio y el requerimiento de que el rector los atendiera. El plazo para que se resolviera el conflicto en 48 horas se extendió a 72.

Por el contrario, las autoridades universitarias boicotearon la protesta, enviaron líderes del CEUH, que es el sustituto de la temible FEUH, para amedrentarles, además que cortaron la energía eléctrica en el IDA. En ese momento ya pidieron la renuncia de la directora. La protesta llegó hasta la Feria Universitaria del Libro; en la clausura donde estuvo el rector, los estudiantes se movilizaron con pancartas. Claramente disgustó al rector, quien dijo que no los reprimiría pero que habían dañado el prestigio de la institución.

Los estudiantes llamaron la atención pública el cinco de septiembre, con el primer informe del  gobernador, Julio Menchaca Salazar; si bien no pudieron ingresar a la Plaza Juárez, el movimiento fue visibilizado. Los estudiantes hicieron más marchas y empezaron el diálogo interuniversitario. Así lograron la segunda mesa de trabajo, el 11 de septiembre, en que se cumplían dos semanas de paro estudiantil, mismo que la rectoría suspendió de manera unilateral. La rectoría convocó el 13 de septiembre a una comisión estudiantil, donde solo se entregó el pliego petitorio modificado, sin llegar a ningún arreglo.

Las autoridades universitarias apostaron al alargamiento y desgaste del conflicto. Calcularon mal. Los estudiantes marcharon hacia el Edificio Central de Abasolo, en el corazón de la ciudad, donde se trasladó la directora del IDA. Las puertas estaban cerradas y pusieron vallas metálicas. Hubo forcejeo pero los estudiantes lograron ingresar, donde los esperaban trabajadores administrativos, integrantes del CEUH y vándalos contratados para golpear. Se hizo una gresca y se repitieron los hechos porriles de agresión brutal contra los estudiantes, usando gases lacrimógenos y pimienta para disolver la protesta. De la misma forma, desalojaron el edificio del IDA.

La agresión se hizo viral y la opinión pública reprobó el ataque. En conferencia de prensa, el rector Castillo reconoció que había sido su decisión. Inclusive el gobernador se ofreció como mediador. Por ello, en los diferentes institutos universitarios los estudiantes se solidarizaron y de modo inédito se extendió el paro de labores. A pesar de la intimidación en las escuelas, el movimiento fue incontenible. Las escuelas profesionales y preparatorias se empezaron a sumar. Para ese momento ya era un movimiento estudiantil.

Por primera vez en décadas, vemos un movimiento social de jóvenes con demandas auténticas, que fueron escalando debido la incapacidad política y que hoy, a diferencia de años y gobiernos anteriores, que eran cómplices de la represión, sin duda es el momento histórico exacto para construir una nueva universidad, entre profesores y alumnos. Una renovación profunda. 

Hidalgo y la sociedad lo merece. ¡Es tiempo de transformación!

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