Trump reduce impuestos a los más ricos

Nueva agresión de Terminator contra los más débiles

La llama la “mayor reforma fiscal de la historia”

La medida clave es la rebaja del tipo del impuesto de Sociedades del 35% al 15%. El recorte implica que el Estado federal deje de recaudar dos billones de dólares en 10 años. Esta merma supone uno de los grandes obstáculos del plan. Los republicanos se niegan aprobar cualquier medida que haga subir el déficit, situado en 2016 en el 3,2% del PIB (587.000 MDD), y si no se compensan esos ingresos será muy difícil que dejen pasar la propuesta tal y como fue presentada
La Casa Blanca se puso ayer a batir tambores. Con el tono de las grandes ocasiones, la Administración Trump presentó lo que denominó “la mayor reforma fiscal de la historia”. Una promesa electoral destinada a desatar la euforia de sus votantes y restañar las heridas sufridas por el presidente en sus casi 100 días de mandato.
La iniciativa tiene como punto nuclear la reducción del 35% al 15% del impuesto a las empresas (incluidas las de Trump) y se acompaña de una batería de propuestas que vuelven del revés el actual modelo fiscal.
LLEGARON, HABLARON Y DESATARON EL CAOS
El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el director del Consejo Económico, el exbanquero Gary Cohn, desplegaron sobre la mesa en apenas 20 minutos un inmenso abanico de medidas, sabedores de que cada una tiene su propio e infinito debate.
Fue un golpe de efecto en el que junto a la promesa de una “simplificación masiva” de las declaraciones de impuestos, Trump hizo desaparecer el impuesto de Sucesiones, redujo los tramos fiscales del IRPF de siete a tres (10%, 25% y 35%) y rebajó la carga de los más ricos del 39% al 35%.
El plan también abre la puerta a un trato benévolo para repatriaciones de capital de las empresas y a la desaparición de casi todas las deducciones del impuesto sobre la Renta, salvo la desgravación por hipotecas y las donaciones a ONG.
En esta marejada se incluye la aplicación de un tipo cero para parejas que ganen menos de 24.000 dólares al año y la recuperación de un tipo del 20% sobre los dividendos, que dejarán de sumarse así a los ingresos de los inversores, lo que elevaba su factura fiscal.
La avalancha, a la que Trump quiere dar prioridad política, llegó sin propuesta de ley ni un plan detallado de su impacto sobre la economía y los ingresos. Más bien se trató de una colección de directrices encaminadas a estimular los sueños de prosperidad, cuya ambigüedad evita los puntos que desatarán la batalla en las Cámaras y centra el mensaje en aquello que el presidente quiere destacar: él cumple sus promesas.

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