¡Trump destituye al director del FBI!

El que investigaba su conexión con Rusia

Fulminó a Comey bajo el argumento de que archivó irregularmente el caso de los correos de Clinton
Comey era hasta ayer un traidor para los demócratas. Esa era la acusación que pesó todos estos meses sobre él y que trató de sacudirse en su comparecencia la semana pasada en el Senado. Se mostró dolido por las dudas sobre su conducta e insistió en que su única motivación fue la transparencia. “Haber ocultado la reapertura de las pesquisas habría sido catastrófico y hubiera acabado con el FBI”, sentenció. Sus palabras no cambiaron la actitud de Hillary ni de su partido. Pero lo que nadie esperaba es que el ataque viniese directamente de Trump y de su fiel amigo, el fiscal general, Jeff Sessions
Trump es un superviviente. Antes dispara que calla. Y así lo ha demostrado con el director del FBI, James Comey, el hombre que dirigía la explosiva investigación de la trama rusa. Pocas horas después de que Comey reconociese errores graves en su declaración ante el Comité Judicial del Senado sobre el caso de los correos privados de Hillary Clinton, la Casa Blanca aprovechó y anunció su destitución fulminante.
Acto seguido, una portavoz oficial, Sarah Sanders, señaló en una entrevista que era hora de dejar atrás la investigación del escándalo ruso. “No hay nada ahí. Es tiempo de enfocarse en las cosas que interesan a los americanos”, dijo.
Los demócratas denunciaron la maniobra y exigieron el nombramiento de un investigador independiente para blindar las pesquisas del FBI sobre la supuesta relación entre el Kremlin y el entorno de Trump en la campaña.
Comey es considerado un independiente. Fue nombrado hace tres años por Obama y su mandato expiraba en 2023. Para justificar su despido, Trump se apoyó en una extemporánea recomendación del fiscal general y su ayudante, basada en la supuesta improcedencia del cierre en julio pasado del caso de los emails. Una medida que Trump nunca perdonó, pero que ya pertenecía al pasado y que con la confirmación en el puesto de Comey parecía superada.
Trump siempre usó el caso como una fuente inagotable de dolor para su rival. Sin haberse demostrado jamás ilegalidad alguna, Trump presentó en campaña el asunto como una cuestión delictiva. El uso del correo privado para misivas oficiales era la prueba, “no se podía confiar en Clinton para la presidencia”.
El carpetazo en julio del expediente del FBI generó una ola de críticas desde las filas de Trump. No admitían que su principal surtidor de pólvora electoral quedará clausurado. Por ello, cuando Comey, en octubre, a solo 11 días de las votaciones, reabrió fugazmente el asunto, el republicano saltó de gozo. “Esto lo cambia todo; es la mayor historia desde el Watergate”, proclamó.
La alegría le duró poco. A los tres días, Comey dio marcha atrás y volvió a cerrar las pesquisas. En el camino, quien había quedado dañada era Clinton. Su credibilidad había sido puesta en duda en la recta final de la campaña. Hillary aún piensa que, junto al ciberataque ordenado por el Kremlin, esa fue la causa de su derrota.

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