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Trivializar los problemas…

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Pido la palabra

Miguel Rosales Pérez

En muchas ocasiones hemos podido observar que de manera regular se van presentado problemas que ocupan nuestra atención en su solución y que se hacen cada vez más recurrentes, la experiencia nos indica que más adelante viene un conflicto aún más grande, los problemas pequeños sólo son la señal de la calamidad que se avecina, esto sucede en el trabajo, en la casa o en cualquier ámbito en el que nos desenvolvamos.

Desde luego que esta premisa nada tiene que ver con premoniciones sobrenaturales, más bien está estrechamente relacionado con la omisión, negligencia o desatención de los seres humanos; nosotros somos los causantes de lo que sucede a nuestro alrededor, aunque siempre busquemos al culpable fuera de nuestra esfera de influencia, para decir en nuestro descargo que no pudimos hacer nada para resolverlo, esa será por lo general la excusa más socorrida, por desgracia esa excusa ha llegado a ser la favorita de muchas de nuestras autoridades de los tres niveles.

Esa filosofía de “dejar hacer, dejar pasar” vivió buenos momentos a nivel federal con el ex presidente Vicente Fox, y lo dejó muy claro con su célebre frase del “¿y yo por qué?”, su inacción en cierta forma fue la causante de que muchos problemas tomaran las dimensiones que ahora tienen por no haber tenido la capacidad para actuar a tiempo, tal vez en un exceso de confianza o de insensatez pensó que las cosas se iban a corregir solas por el simple transcurso del tiempo.

A nivel de mandatarios estatales, la ineficiencia derivada de la omisión ha alcanzado niveles candentes, pues muchos casi al concluir sus sexenios, pretenden hacer todo aquello que, durante los años de su administración, simplemente no le dieron importancia, o bien, obras al vapor que sólo sirven de plataforma política para sus respectivos Partidos.

Hoy día esas desatenciones nuevamente pueden ser motivos de graves problemas, pero no solo desatenciones de los gobiernos, también desatenciones de los ciudadanos; pues, por ejemplo, y sin pecar de exagerado, desatender las indicaciones sanitarias, nos puede privar de la vida; y las acciones quizá sólo las tomaremos hasta que se ahogue el niño, reza el refrán.

Fingir que no pasa nada es una forma de indolencia que fomenta la inacción; el decir, a nosotros no nos pasará, es esa vieja esperanza de quienes sienten que en la ruleta rusa jamás les tocará la bala, nuestra miopía no nos deja ver el verdadero alcance del problema, somos omisos y luego le echamos la culpa a las cosas, cuando la verdadera culpa está en nuestra actitud.

Por ejemplo, cuando se emitió esa ley para prohibir el uso de bolsas de plástico, quisimos sentir que las bolsas eran las nefastas; equivocación total, las bolsas de plástico nunca fueron culpables, sino aquel que las tira.

Al paso del tiempo seguiremos en las mismas condiciones si es que no reaccionamos y nos damos cuenta que la actitud cuenta, para bien o para mal, y que es nuestra indolencia la que ha provocado los mayores daños; al final, gobiernos van, gobiernos vienen, pero serán nuestras costumbres las que perduren por mucho tiempo más, comencemos a cambiar aquello que nos hace daño, o siempre estaremos quejándonos de nuestra mala suerte.

Conclusión: las cosas no se resuelven solas, la inacción con el tiempo solo las complica.

Las palabras se las lleva el viento pero mi pensamiento escrito está.

Miguel:. Rosales:. Pérez:.