I
Enero envejeció y se volvió diciembre
Y morirá diciembre para nacer enero.
El último minuto es, también, el primero…
Y pasarán los meses… y volverá diciembre.
Todas las navidades se instalan en diciembre.
Todos los años nuevos se encuentran en enero…
Y los días diferentes, iguales al primero…
Y son, los días de enero, los mismos en diciembre.
El círculo: serpiente que se muerde la cola,
Es final sin principio, principio sin final.
Calendario en pedazos que vuelve a ser igual.
Eterno movimiento que sólo se controla:
Camino, del pesebre a la crucifixión.
Vida, pasión y muerte, muerte y resurrección.
II
Otro año que se va ¿De veras no regresa?
Ni se va ni regresa, simplemente se queda,
Se confunde en tu ser, se agazapa, se enreda,
Se asimila, se impregna en tu alma y tu cabeza.
Si naciste, morir es tu única certeza.
Muy ajeno a tu piel, el mundo rueda y rueda.
Biografía personal, devaluada moneda,
Experiencia letal que ninguno interesa.
En tu cuerpo quedaron ya muchas navidades
Lentamente se mueve la crueldad del espejo
Que te acerca al ignoto territorio del Hades.
Fuiste joven, soberbio, no escuchaste consejo.
Viviste, sin saberlo, diferentes edades
Y año con año nuevo, te convertiste en viejo.
III
A CRISTO CRUCIFICADO
No me gusta mirarte en crucifijos
Con las terribles muecas del martirio.
Eres, Señor, palabra sin delirio,
Rostro de amor, que sufre por sus hijos.
Quiero mirar tus bellos ojos fijos,
Bajo la tenue luz de un viejo cirio.
En tu magnífica esbeltez de lirio
Escuchar tus divinos acertijos.
¡Jesús de Nazareth, sabio Maestro!
Voz de humildad, el hijo predilecto
De un padre que es, también, el Padre Nuestro.
Quiero mirarte, Dios-hombre, perfecto,
Iluminar la tierra con tu luz,
Lejos del cruel suplicio de la cruz.
Prisciliano Gutiérrez.
(Ex-agnóstico)
Diciembre, 2016.
Nota: espero que nos reencontremos el próximo año.