PEDAZOS DE VIDA

Baltazar
Aquella noche tomó la cortina de estrellas que tenía la enorme ventana de la casa de su patrona, se puso la toalla blanca enroscada en la cabeza, y se tiznó la cara con el carbón que se había mojado en el brasero. Aquella noche se convirtió en Baltazar, sólo para explicarles a los pequeños, que en esta ocasión los juguetes tendrían que esperar, que tenían que ir a dormir con la esperanza de que una semana después, sus obsequios llegarían.

Ellos jamás vieron al rey mago, pero como siempre, una vez más confiaban en las palabras y el buen humor de su padre. Así al otro día mientras los demás jugaban con los obsequios que les habían traído los reyes magos, ellos contaban que uno de estos, con hermoso traje color oro, los había visitado en aquella noche mágica que nunca olvidarían.

Melchor
Nunca lo había de esa forma, pero no podía vivir con el corazón roto y una ilusión destrozada. Definitivamente el año que se había ido se había llevado su trabajo, su estabilidad y por poco a su familia. Él sabía lo tanto que dolía el fracaso y la decepción, había experimentado la muerte de la esperanza tras el surgimiento de la envidia y la injusticia del premio a los niños que merecían muchos menos y que tuvieron más que él.

Fue la noche del cinco de enero, cuando aquél rey mago fue encarcelado y durmió en galeras, al tratar de llevar un juguete no pagado, al dueño de sus sueños, a su angelito motor de vida, al pequeñito que en la cartita había pedido un carrito de control remoto.

Gaspar
Aunque sólo son tres los reyes magos, estos parecen multiplicarse, dividirse en tantos como tantos son los niños a los que les entregan algún regalo. Y entre estos los hay quienes son muy responsables y cumplen al pie de la letra las peticiones de los chamacos, pero también aquellos a los que no les alcanza muy bien el dinero y que aun así hacen lo posible por cumplir, y hay otros como este, que en lugar de ir en busca de los regalos fue en busca de las botellas…