Tratamiento Facial

RELATOS DE VIDA

Lupita estaba emocionada, ya había olvidado la fecha de cuándo se había puesto en el primer lugar de prioridades, siempre preocupada por atender a los hijos, esposo, el hogar y las cuestiones laborales, que no tenía tiempo para poner en su propia agenda un gusto o un lujo que levantara su autoestima.
En pocas horas visitaría al Dr. Lemus, especialista en dermatoestética, quien le practicaría un novedoso tratamiento facial de rejuvenecimiento, que se desarrolla por medio de la sangre de la propia paciente.
Lupita había escuchado de la técnica estética por las redes sociales y había investigado en internet su procedencia, en qué consistía, costos promedio, posibles consecuencias y también la lista de clínicas o médicos que realizaban el procedimiento.
Después de semanas de análisis de la información, y sobre todo por recomendación de una vecina, decidió agendar una cita con el especialista y comenzar con el tratamiento que prometía detener el proceso de envejecimiento.
Se encontraba extasiada, basaba su felicidad en un promesa mercadológica “Con el plasma, seguro te preservarás por años”; y con esa ilusión generada, de lucir radiante por siempre acudió a la primera sesión.
Primero el doctor sustrajo sangre, posteriormente la colocó en un centrifugador para aislar las plaquetas y separar la parte de plasma, y enseguida la inyectó por toda la cara para continuar con ligeros masajes.
Después de una hora de terapia, las recomendaciones fueron evitar exponerse a la luz directa del sol, aplicarse agua mineral, una pomada, y una mascarilla humectante y regresar a los quince días para continuar con el tratamiento.
Los resultados fueron casi inmediatos, la piel de su cara se notaba con mayor luz, incluso disminuyó el uso del rubor, pues sus mejillas mostraban un sonrojado natural, semejante al de una jovencita; lo que la motivó a no faltar a ninguna de las sesiones siguientes.
Sin embargo a los dos meses comenzó a notar un retroceso en el tratamiento, un poco de rigidez y oscurecimiento facial; Lupita lo adjudicaba a que en los últimos procedimientos el centrifugador no estaba funcionando bien, pues el plasma en lugar de verse amarillo como siempre, se veía verdoso.
Y así era, por ahorrarse dinero, el especialista trató de arreglar la avería del aparato, consecuencia de una caída por haber tropezado con él, un día que llegó tomado al consultorio; sin obtener resultados satisfactorios y con ello incurriendo en una negligencia, al poner en riesgo la vida del paciente.
No obstante Lupita siguió con las sesiones, hasta que ya no pudo con la mala apariencia de su cara, lo que la obligó a exigir al especialista a resarcir el daño y devolver el dinero invertido, rematando con – “Usted prometió que con el plasma, me preservaría por años” – a lo que el inculpado cínicamente respondió – “Y lo cumplí, se preservará por años, con la apariencia igual que una momia”.

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