¡CRISTO HA RESUCITADO!
La iglesia del Gólgota, donde se encuentra el sepulcro de Cristo todos los días del año es visitada por miles de personas por su significado religioso e histórico. En medio, bajo una cúpula que deja pasar la luz del sol, se encuentra el sepulcro donde estuvo el cuerpo de Jesús el viernes y el sábado del año 33 de nuestra era. Al bajarlo de la cruz, su madre María lo mantuvo entre sus brazos, momento que es captado en una escultura por Miguel Ángel, llamada la Piedad. El sábado Jesús permanece muerto en este mismo sepulcro dentro de una cueva, hoy forrada por una capilla.
Dicen las escrituras que en los dos días que Cristo permaneció muerto, sus discípulos estaban tristes porque pensaban que su maestro permanecería muerto. Sólo la madre de Jesús, María, los consolaba y les recordaba lo que había dicho su Maestro de que al tercer día resucitaría.
El primer día de la semana (domingo), muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena va al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro. Llega corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que era muy amigo de Jesús, y les dice: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio las sábanas en el suelo pero no entró, dice el Evangelio de San Juan.
Después llegó Simón Pedro, que le seguía y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó. Todavía no habían entendido que, según la escritura, Él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos se volvieron a casa.
Aquí, en el sepulcro estuvo Jesús muerto; pero lo importante es que resucitó, pues según San Pablo, si no hubiera vuelto de entre los muertos “vana sería nuestra fe”. Después se aparece ya resucitado dos veces a sus discípulos.
Seguimos los pasos de Cristo donde predicó y ahora sábado y domingo de resurrección se cierra un círculo porque María Magdalena y los discípulos Juan y Pedro constataron que ya no estaba Jesús entre los muertos.
Partieron las dos mujeres llenas de temor y de gozo a comunicar la buena noticia a los discípulos. Pero Jesús les salió al encuentro diciéndoles: no teman díganles a mis discípulos que vayan a Galilea y ahí me verán.
BELÉN
Llegamos en la noche a Belén en Palestina no sin antes recorrer un muro de kilómetros que divide a Israel y Palestina, la sensación es de extrañeza al ver los pueblos divididos.
El paso de Israel a Belén, es una frontera simple, un puesto pequeño de vigilancia. En el hotel ya esperaban la llegada de los peregrinos mexicanos, a quienes deleitaron con una abundante cena.
A las 8:30 de la mañana comienza la marcha hacia la Iglesia de la Natividad, donde nació Cristo. Pasamos por callecitas muy blancas y puestos de comerciantes, pero aquí no te abordan, esperan a que te acerques y compres figuritas religiosas de todos tamaños.
Nos guiará el palestino Nicolai, de uno 33 años, alto moreno, quien nos lleva a conocer la iglesia de la Natividad.
Según las escrituras, José suplicaba a los dueños de las posadas en Belén que les dieran un rinconcito en cualquier lugar porque María estaba a punto de dar a luz. Pero todo estaba lleno, por el censo que se realizaba, y nadie les dio posada.
Entonces se dirigieron José y María a las afueras de la ciudad y se detuvieron en uno de los establos donde solía guardarse el ganado.
Y allí, en una cueva, junto a un pesebre, en compañía de una mula y un buey, nació el hijo de Dios, el esperado Mesías.
José buscó unas ramas para encender una hoguera con cuya leña, al arder, pudieron calentarse la madre y el niño.
María envolvió al pequeño en unos pobres pañales y colocó a su hijo sobre la paja del pesebre.
En el cielo brillaron con más fuerza las estrellas y se escucharon en el aire como un batir de alas y cantos de ángeles. El mundo no sabía que había nacido el Redentor; aquella noche única era distinta a las demás.
Ahora siguiendo los pasos de Jesús estamos en la iglesia de la Natividad y el guía Nicolai -mientras hacemos una fila- nos dice que esta iglesia se construyó con la forma de una cruz y que hace poco se quemó una parte y una de las personas que apagó el fuego tomó una foto en su celular, en la cual aparece Jesús de espaldas.
Avanzamos, recorremos la iglesia bizantina; bajamos una escalera y de pronto aparece la cueva con un pequeño altar. Y se señala con una estrella de siete puntas en el piso, debajo del altar, el lugar preciso del nacimiento de Jesús. Los peregrino nos regocijamos, cantamos desentonados pero con alegría los pastores a Belén corren jubilosos…
Después Nicolai nos lleva a otra iglesia donde hay imágenes de la Virgen y el niño Jesús, lugar donde dice la tradición María amamantó a Jesús y una gotita de leche cayó y pintó de blanco toda la cueva. Venden sobrecitos con un poco de polvo blanco, milagroso dice el religioso. Da la bendición a los peregrinos mexicanos y un viento leve recorre el lugar.
Nicolai, el guía nos comenta que por los problemas entre Israel y Palestina, él no conoce más que Belén y dice: aunque en México tienen problemas de narcotráfico, ustedes son libres, yo no. Nos indica que el Río Jordán no basta para proveerles de agua, entonces las casas tienen techos planos con tubería que recogen el agua de la lluvia para poderla usar.
También comenta que ya pocos peregrinos pasan a Belén por miedo a lo que sucede en la franja de Gaza y entonces la vida aquí para los comerciantes y guías es esperar que vengan más peregrinos para tener un recurso económico. Nos invita a decirles a otras personas que vengan a conocer el lugar sencillo, donde nació Nuestro Señor.
El viaje ha terminado, pero el sentimiento de satisfacción y orgullo persistirá por siempre, de haber seguido –a dos milenios de distancia- los pasos de Cristo por la tierra. Amén.