Tragedia humanitaria

CONCIENCIA CIUDADANA

La marcha por la justicia y la paz encabezada por Javier Sicilia y Julián LeBaron  constituye la manifestación de una demanda nacional que no ha sido atendida como es debido, reconocida hasta por el propio presidente de la República como la “asignatura pendiente de su gobierno”, aunque equivocada en los intereses que la dirigen.
   Sin embargo, en su mayoría, quienes la integran son ciudadanos comunes y corrientes en los que va creciendo la desesperación y la frustración por la falta de solución a sus demandas de justicia pronta y expedita para sus familiares asesinados o desaparecidos.
   Ha de reconocerse que el gobierno federal está haciendo una labor alejada de la corrupción;  pero las estrategias aplicadas  han sido desconcertantes y sus resultados  descorazonadores, no sólo para los familiares de los muertos y desaparecidos en el horror de la guerra contra el narcotráfico llevada a cabo por los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, sino también para  luchadores sociales y estudiosos de dicho fenómeno; estado de ánimo compartido  hasta por doña Rosario Piedra Ibarra, la nueva presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos,  hermana de un desaparecido, hija de una gran luchadora de la misma causa durante los gobiernos priístas y activista ella misma; quien ha reconocido que México vive una tragedia humanitaria es decir, una crisis de condiciones mayúsculas que obliga a la nación entera –y no sólo al Gobierno de la República-, a reconsiderar la política, las estrategias y las tácticas llevadas a cabo durante el primer año de su gobierno.
   La reconsideración esperada no es motivo de caprichos o de  mala fe hacia el gobierno actual, o por lo menos no lo es en personas como la presidente de la Comisión de los Derechos Humanos a quien nadie puede acusar honestamente de mala fe en sus declaraciones, máxime que fue el propio presidente López Obrador quien propuso y defendió a capa y espada  su reciente nombramiento en contra de la feroz embestida derechista en el Congreso de la Unión y los medios de difusión; defensa que honró al presidente y permitió contar con autoridades valientes que sepan decir su verdad sin temor a ser denostadas o despedidas de su cargo.
   Así lo hizo doña Rosario; pero el presidente – aunque respetuosamente-, opinó lo contrario; es decir, que no estamos ante una tragedia humanitaria. Desafortunadamente,  las cifras dan su veredicto y hemos visto, por un lado, que la cifra de muertos y desaparecidos se incrementó en relación con el año anterior y, por otro, la desconcertante incapacidad (por decir lo menos) de las fuerzas de seguridad nacionales, estatales y municipales para dar resultados suficientes y alentadores.
Ciertamente, no es nada fácil, si se quiere ser sincero y honesto -actitudes que suelen acarrear a quienes las manifiestan confrontaciones con posiciones dogmáticas o radicales-; discrepar de la opinión más calificada de la política nacional; sobre todo cuando su dueño tiene que enfrentar un verdadero ataque mediático que, de mala fe, intenta despertar en la ciudadanía la duda  sobre su honestidad y  capacidad  frente al Gobierno de la República.
Pero ni las opiniones de la presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ni la de algunos otros pocos que suelen discrepar de las medidas de gobierno honestamente, pueden considerarse iguales a las de sus  malquerientes.  Las primeras, se hacen desde la responsabilidad y  la obligación que mueve a cualquier ciudadano honesto y de buena fe  (especialmente a quienes coinciden ideológicamente con el gobernante), para decirle a éste su verdad;  pues como Aristóteles lo dijo, ellos son  “amigos de Platón, pero más amigos de la verdad” aunque; por supuesto, ésta no sea absoluta y unívoca, sino más bien un camino escabroso construido en la maleza de las certezas y las dudas.
Pero hay algo más que desconcierta y molesta en éste problema: la percepción social de una falta de compromiso real, de entrega torera,  de muchos de quienes  acompañan  al presidente;  quienes deberían encarar y arrostrar con mayor decisión los problemas y peligros  que entraña no sólo la  inseguridad sino otros asuntos estratégicos que deberían estarse solucionando y no lo están haciendo. Gente que sigue “nadando de muertito” buscando su beneficio personal, de grupo o mafia mientras que abajo la realidad parece resistirse al cambio, como si el pasado se hubiera detenido. ¿Qué pasa con ellos?
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS YA, A TODOS, CON NOSOTROS     
     

Related posts