Miles de niños diariamente se enfrentan a la voracidad de aquellos sujetos que sin el menor escrúpulo los someten a trabajos redituables sólo para el explotador
Establece la Ley Federal del Trabajo que “queda prohibida la utilización del trabajo de los menores de 15 años”, esta disposición ofrece una excepción cuando el trabajo se provea dentro del círculo familiar, pero solo hasta el segundo grado; sin embargo esta norma que tiende a proteger a la clase más vulnerable dentro de los vulnerables prácticamente es letra muerta; miles de niños diariamente se enfrentan a la voracidad de aquellos sujetos que sin el menor escrúpulo los someten a trabajos redituables sólo para el explotador.
Tan solo veamos, como botón de muestra, a los niños que por unas monedas, generalmente las de diez centavos que nos sobran del “cambio”, cada día prestan sus servicios en algunos centros comerciales; viven al desamparo, sin el salario que ordena la Ley, sin prestaciones, sin seguridad social; pero eso sí, recibiendo ordenes y regaños de quienes son sus jefes que más bien les quedaría el rango de capataces, pues es prácticamente imposible que alguien les trate de hacer “plática”, porque de inmediato les están llamando la atención y exigiéndoles que se pongan a trabajar, en un trabajo que no le cuesta nada a quien directamente está siendo beneficiado con ese servicio, es decir, al dueño del Centro Comercial.
Con el argumento de que les están haciendo un favor al dejarlos ganarse unos pesos, y un bien, al evitar que el ocio los lleve a las garras de la delincuencia, los patrones abusan de los privilegios que les da el tener en México Autoridades que ni ven y ni oyen cuando de resolver ese grave problema se trata.
Lo patético es que quienes son garantes en la solución de ese flagelo social, lo más sesudo que se les ocurre es dar conferencias para que sepamos que ellos tampoco están de acuerdo en el trabajo infantil, pero no establecen propuestas claras que permitan acabar con esos trabajos que son lo más cercano a una definición de explotación.
Quizá haya quien manifieste estar de acuerdo con esa forma de supuesto trabajo, pues dirán que desde niños deben aprender a ganarse el sustento; de acuerdo, pero el verdadero trabajo es cuando a quien lo presta se le otorgan todos los derechos que establece la Ley; caso contrario, estaremos solo en un esquema de explotación, en este caso explotación infantil que de suyo es todavía más grave.
Los que no se les permite la voz merecen, exigen ser escuchados; hoy día solo nos sentimos satisfechos con conocer las estadísticas que en ese ramo prevalecen, pero no se hace nada para solucionarlo; penalizar el trabajo para niños menores de 15 años no es suficiente, ¿quién le va a dar seguimiento?; ¿quién tomará la responsabilidad de la parte operativa?; ¿los niños que ignoran sus derechos; los padres de estos que por lo general son gente indolente y quizá hasta temerosa de quedarse sin la aportación de los niños explotados; o solo seguirán sirviendo de estadísticas sin posibilidad de ir más allá de eso?; ¿Cómo sacar a esos niños del mercado laboral?, lo primero que tenemos que contestar es cómo sufragaremos las necesidades de aquellos niños que trabajan por necesidad y no por gusto?.
La pregunta está en la mesa, pero mucho me temo que la respuesta se quedará en el viento por muchos años más.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está