Trabajo

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El Faro

El lunes pasado todos disfrutamos de un puente en nuestras actividades cotidianas. En algunos casos se sabría el motivo y en otros, quizá, nos bastó con saber que no teníamos que ir a trabajar o entrar a los salones de clase. Se celebró el Día del Trabajo. No se refirió a que alabáramos o ensalzáramos el tener que trabajar, sino que se para el tiempo laboral para recordar las luchas que las sociedades han tenido hasta conseguir algunas de las mayores conquistas sobre las condiciones de trabajo.

Habría que remitirnos hasta el riquísimo siglo XIX, cuando menos, para reconocer los movimientos de trabajadores en múltiples naciones. Huelgas, manifestaciones, negociaciones con los patrones, muertes, luchas, periodicazos y trabajo en panfletos y periódicos por democratizar el conocimiento sobre las condiciones laborales y las posibles soluciones. 

Los socialistas utópicos, Marx, Engels, los anarquistas, las Internacionales, el partido laborista, entre otros muchos, y principalmente, la sangre y el sudor de millones de trabajadores fueron consolidando una reflexión sobre la importancia y condición del trabajo, que en tiempo medievales y nobiliarios estaba prohibido para los de estatus más elevado, que se fue traduciendo en leyes y normas que se tenían que cumplir.

La intención, siempre, fue conseguir mejores condiciones para que el hombre no fuera para el trabajo, sino el trabajo para posibilitar la vida del hombre. Curiosamente, en la actualidad, el propio sistema se ha encargado de que el ser humano se vuelque hacia el trabajo como si fuera su principal misión en la vida. Sennett, Byun-Chul Han, Zuboff, por citar a algunos intelectuales actuales, advierten de la introyección de las necesidades del sistema en las venas y sangre de las personas. El propio trabajador se autopropulsada a trabajar y rendir más en el trabajo sin que el sistema o el patrón lo obliguen directamente.

México es el país de la OCDE que más tiempo dedica al trabajo. Es el país perteneciente a esta organización que tiene a los trabajadores más tiempo en los puestos laborales. Esto no corresponde, sin embargo, con la productividad. La legislación laboral en México no es, ni de lejos, de las más avanzadas. Hace poco se aumentaron por ley los días de vacaciones. Se aumentó también el sueldo base que cualquier trabajador debe obtener como mínimo. Estos son pasos en la dirección correcta y no necesariamente son elementos que vayan a hundir la economía nacional, al contrario. 

Sin embargo, la semana pasada, en un maratón frenético e irresponsable de los diputados federales no se atrevieron a aprobar la jornada semanal de cuarenta horas. En la ley seguimos con jornadas laborales semanales de cuarenta y ocho horas. Hay países que ya están asomándose con decisión a treinta y cinco horas a la semana y nosotros no podemos. Los patrones siembran miedo y anuncia que sería un cataclismo para la economía. Lo mismo dijeron con la elevación que el presente gobierno hizo de los salarios mínimos, y no pasó nada. Reducción de jornadas laborales, teletrabajo y subida de salarios son parte de los principales temas laborales que están sobre la mesa. Les podemos añadir ampliación de oportunidad laboral, subsidios para quienes se quedan sin empleo, formalización, liberalización sindical… Entre otros muchos. Sigue la lucha, por tanto. Como ya dijera Marx hace siglo y medio, la clave de todas estas mejoras, pasa inevitablemente por la unión de los trabajadores. Esto también sigue pendiente.