“Un pueblo avergonzado
es león que se agazapa para saltar´”.
Octavio Paz.
De igual manera que los caudillos y dictadores de todos los tiempos, chiquitos y grandotes, tienen vocación para cometer todo tipo de abusos también, en sentido opuesto, los grupos de poder cuando se engolosinan pueden tomar como rehén a la inmensa mayoría de la población. Por ejemplo, impidiendo el voto popular.
Para que una persona, física o moral, abuse de otra, es necesario que ésta se deje abusar: por humildad, por miedo, por indolencia, por vocación de martirio, por poner la otra mejilla… Decía el poeta: “Yo dos enemigos tengo / pues dos puntas tiene el mar / son, aquél que pisa a otro / y el que se deja pisar”.
Unánime condena ocupa en los medios de comunicación, la actitud del gobierno (titular de la violencia legal), porque decidió ceder a las presiones de ese conglomerado de mafiosos, que se dicen “maestros”, cuando en realidad son vividores de la educación, canchanchanes profesionales de la violencia pagada (por el pueblo), que no piensan más que en sus intereses, sin que les importen para nada los niños ni su derecho fundamental a una educación de calidad. Con el pretexto pseudolaboral de impedir su urgente evaluación, se sienten inamovibles: presionan, atacan, denigran, desquician calles, vandalizan (es de todos sabido que se desvalijan vehículos en el interior de algunas normales rurales, mientras un buen número de autobuses “secuestrados” permanece a su disposición, con todo y choferes, por “convenios”fácticos con empresarios del autotransporte). Por la vía de amenazas cumplidas, chantaje y otras formas de violencia primitiva, lograron la suspenderla evaluación. La tan cacareada “Reforma Educativa”, queda en suspenso.
La gran pregunta es: ¿Por qué cede el Gobierno de la República ante los caprichos de esa bola de apátridas? La mayor parte de las opiniones, condenan a altos funcionarios y al mismísimo Presidente de la República. Los tilda de: timoratos, débiles, cómplices involuntarios de la ingobernabilidad que parece alcanzarnospor ese camino… En algunos municipios la propia sociedad ya se organiza para recobrar, inclusive con violencia, los espacios públicos que los “maestros” tienen en su poder, de facto.
Es indudable que la imagen del Gobierno y concretamente la del Jefe de las Instituciones Nacionales, se encuentra severamente cuestionada; pero también se advierten amplías expectativas de que el Partido en el Gobierno conservará la mayor parte de los espacios de poder que están en juego para el próximo domingo siete de junio (cuando estas líneas aparezcan, habrá resultados preliminares). ¿Qué está pasando? ¿Cuál es la percepción mayoritaria?
Como simple ciudadano, observador de nuestra realidad nacional, me niego a creer que en las altas esferas, donde se toman las decisiones más trascendentes para el orden de la república, no se adviertan los riesgos de dar marcha atrás en un asunto tan trascendente, bajo la amenaza de esos valentones que abiertamente proclaman que no conocen “llenadera”; que tienen un problema para cada solución que seguirán bloqueando carreteras, robando autobuses, boicoteando elecciones y chantajeando gobiernos, seguros de su impunidad.
Las fuerzas del orden público, desde los modestos policías hasta el ejército y la marina, en aras de la tolerancia ven menguada su imagen como depositarios de la seguridad pública y de la seguridad nacional. Cualquier pelafustán puede desafiar su autoridad, porque saben obedecer y callar con estoicismo, aunque su conciencia y su dignidad de hombres les dicten una conducta diferente. El rencor se acumula, se reprime… Un día puede explotar.
A esta grotesca realidad contribuye, sin duda la percepción “sospechosista” de algunos medios y organizaciones que quieren ver una masacre en cualquier acto de fuerza constitucionalmente fundamentada. En este esquema, parece válida la expresión que corre entre estos guardianes anónimos: “Si quieren que les crean, déjense matar”. Sí, por extralógico que parezca, cuando muere un civil hay escándalo, cuando mueren diez policías o militares, nadie se ocupa de ello, o se considera “cosa normal”.
Reclamo mi derecho a otorgar al Gobierno federal, el beneficio de la duda. Estoy seguro de que esta actitud, tan criticada por la inmensa mayoría de un pueblo avergonzado, tiene una explicación en la preservación de valores patrióticos que, en un esquema costo-beneficio, obligan a ceder, para salvar una coyuntura y que, seguramente después de la jornada electoral, comenzará, entonces sí, el proceso de restañar heridas y de reconstruir a este México nuestro, que siempre, siempre, será superior a sus problemas.
Hoy el pueblo, está enojado. La vergüenza comienza a aflorar en la mayoría de los mexicanos. La tolerancia se entiende, el chantaje irrita. No se debe avergonzar más al pueblo en nombre de la democracia porque, ya lo decía Octavio Paz: “Un pueblo avergonzado es León que se agazapa para saltar”.