Todos quieren su Judas

Penúltimo día de la Semana Santa, el día en que se conmemora la muerte de Jesús en manos de los fariseos y judíos, pero que al mismo tiempo se renueva la fe cristiana por medio de esta festividades, lo que se vale de todo, desde mojarse con cubetas llenas de agua, participar en procesiones denominadas “Del Fuego Nuevo”, o ‘‘Quema de Judas’’, como símbolo de sacrificio al más traidor de los apóstoles.

En el barrio pachuqueño de El Arbolito tienen una tradición muy apegada hacia lo religioso, y como tal organizan cada año el Viacrucis, que cuenta como puntos clave el viernes y el sábado, donde realizan la famosa Quema de Judas, en la que en cada figura de papel mache colocan algunos artículos para ser repartidos entre la gente.

El Jockey Club, una peluquería en la entrada del barrio, es donde se congregan las personas para presenciar este acto, y una voz les indica a los presentes que se tienen que retroceder para evitar algún percance, al mismo tiempo en que los organizadores acomodan a un especie de diablo hecho de periódico y están a punto de encenderlo.

“¡Solamente niños!”, gritaba el maestro de ceremonias, cuando la piñata con pirotecnia daba vueltas, efecto de los mismos cohetes. Hizo una pequeña explosión, pero la figura no se destruyó, y a fuerza de ocupar las manos, los pequeños se hicieron de sus premios con mucha alegría.

Ahora el turno de las mujeres. Esta vez los manipuladores de las figuras de papel colocaron un poco arriba la cuerda, para volver un poco divertida la situación. Encienden la mecha, que rápidamente se disemina hacia los cohetones, y ellos hacen lo suyo. Tampoco explotó, y ellas batallaron un poco para alcanzar, y todo era risas y diversión.

Los caballeros también tuvieron su rato para jugar a la piñata improvisada y ardiente sin palo para golpear, con el calor sofocante de la capital se llegaba a confundir con el calor producido por los cohetes, pero eso no impidió que, entre el humo y pedazos de papel lograran arrancar de tajo el Judas, provocando una pequeña avalancha humana, valiéndose de algunas cortadas de dedos.

De todas formas, todos se fueron contentos, con sus premios que Judas les otorgó, y con los juguetes que los organizadores les regalaron. Las sonrisas de los más pequeños fueron suficientes.

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