PEDAZOS DE VIDA
Aquella mañana Lucas no quería levantarse de la cama, no tenía ganas de seguir vivo. Se levantó, tomó un cuchillo y al clavárselo en el estómago, su mente y su cuerpo decidieron que era momento de despertar, que si bien hace unos minutos, antes de volver a quedarse dormido, no tenía ganas de vivir, tampoco tenía ganas de soñar que se moría.
Hace tiempo que sus publicaciones en las redes sociales denotaban una extraña repulsión hacia el mundo, un cansancio de la putrefacta sociedad. En sus publicaciones manifestaba el fastidio de seguir vivo, lo injusta que era la vida y una serie de lamentaciones que a más de uno de sus amigos había hartado.
Lucas estaba harto del mundo, harto de todo y también de las redes sociales por supuesto, pero había una extraña atracción por seguir en ese mundo publicando cuanta fatalidad y negatividad consideraba en su vida, esperando los mensajes de consuelo de la gente, los consejos o las palabras de aliento, para seguir haciéndose la víctima y seguir disfrutando de las muestras de cariño virtual al que se había hecho adicto.
Aquella tarde, el universo tuvo una respuesta, tras salir despedido del trabajo, maldiciendo a medio mundo, una luz se hizo presente, así terminó atropellado y recibiendo auxilio en una sala de hospital, tras las cirugías, el proceso de sanación, las rehabilitaciones y el acercamiento con gente que día a día padece alguna discapacidad, Lucas decidió que quería vivir, que tenía mucho por hacer, que siempre no era en serio (nunca lo fue) el deseo de morir.
Tres meses después pudo caminar con apoyo de la andadera, se sintió bien, fue un logró que tenía que presumir, estaba recuperando su vida, pasito a pasito lo estaba haciendo, y ahí fue cuando se resbaló. Tras el trancazo que se dio, tuvo que regresar al hospital, así había comenzado su camino, y el universo no tendría piedad, cada una de las veces que pidió morir serían cobradas y quizá al final quedaría vivo para entender que así como se pide también se da.
