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Tlatlaya y la impunidad

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HOMO POLITICUS

 

Las versiones que suele exponer el Estado en materia de crímenes que involucran a sus fuerzas, tiene menos fe que la visita del Papa Francisco a Sudamérica.

 

Tlatlaya ha quedado para el olvido, su escenario presenta las inconsistencia ya consabidas dela procuración de justicia, donde la incertidumbre es de tal magnitud, que nunca sabremos a ciencia cierta qué fue lo que pasó. Lo peor de todo, estriba en que poco o nada Tlatlaya sentará el precedente para que las autoridades y sobre todo, las fuerzas castrenses no hagan lo que quieran, por ello, además de amarga, Tlatlaya será evocada como uno de los casos que quedará en la impunidad.

 

No sé si a alguien le importe Tlatlaya y la realidad política que implica, ya que a la mayor parte de la ciudadanía este tipo de realidades no parecen serles propias y mucho menos relevantes, por lo que sólo un grupúsculos de ciudadanos tienen la conciencia para hablar y demandar que el Estado no se vuelva nocivo a los derechos ciudadanos y humanos. En los hechos, han sido más las muestras de impugnación a nivel internacional de estados y organizaciones civiles en torno a Tlatlaya que lo que haya suscitado en México.

 

Las proyecciones sociales y jurídicas de encontrar y contar con un sistema de impartición y procuración de justicia son pesimistas entre aquellos que propugnan por cambiar la realidad. Parece, en los hechos, qué México sólo bosteza cuando hay crimen y sangre de por medio, de lo contrario sigue dormido, aletargado, porque parece que el letargo es conveniente, porque todo indica que aterrizar en la realidad es poco menos que una mentada de madre, más vale seguir en el confort de la patraña, del engaño, de la simulación.

 

¿Qué nos queda?, la verdad es que las penumbras se ciernen sobre el país, ¿después de pasado proceso electoral, han mejorado las cuestiones económicas, de seguridad, educación y oportunidades en general?, creo que la respuesta está en su boca, pero todos sabemos que la realidad se ha erosionado a grado superlativo.

 

Vislumbrar un futuro de normalidad en el país no es un escenario viable bajo las condiciones que priman en la realidad, habrá que sacar la cautela y la inteligencia para poder afrontar los días aciagos que nos esperan donde las réplicas de Tlatlaya y Ayotzinapa no se harán esperar.