Home Nuestra Palabra Javier Peralta Tiene sus ventajas el frío, que ya se asoma a la vuelta de la esquina

Tiene sus ventajas el frío, que ya se asoma a la vuelta de la esquina

0
Tiene sus ventajas el frío, que ya se asoma a la vuelta de la esquina

LAGUNA DE VOCES

Debe ser posible que el frío congela las ideas, pero también la vida, y luego entonces resulta posible observar con más detenimiento el transitar de la existencia, con la posibilidad de estacionar los momentos más emotivos y felices que le dieron sentido a toda esta larga estancia en un planeta, que seguramente tendrá mejores momentos en un futuro cuando el que cuenta ya no exista.

El frío tiene como ventaja fundamental hacer que el tiempo transcurra más lentamente y por momentos, como ya se ha señalado, de plano empiece a darnos la impresión de que ya no camina, pero además con la posibilidad de que esa opción esté al alcance de nuestras manos.

Previo a los meses de invierno, resulta un anuncio de vital importancia, conocer de sus cualidades únicas, porque contrario a lo que se piensa, resulta ser de lo más divertido y pleno de felicidad, que por tradición achacamos al calor, la playa y todo eso que desde niños nos dijeron.

La felicidad puede durar más si se queda grabada en la memoria casi de manera eterna. Hay gestos que no habrán de irse porque se dieron en un ambiente casi de congelador. Y pueden ser desde una risa, el arqueo de unas cejas, unos labios que siempre pronunciaban nuestro nombre, o también la simple y diáfana estampa de un rostro que duerme.

Es decir que también los asuntos amorosos son más creíbles en temporada de invierno, porque los abrazos tienen como origen una simple búsqueda de calor, y ya lo que suceda después es asunto de los involucrados en lo que sin duda tuvo como origen el cariño a secas.

La expresión “fría como la tumba”, de este modo tiene muy poco de honestidad, porque de alguna forma los difuntos logran calentar el alma que se eleva como producto de una quemazón rumbo al cielo, y de ninguna forma es asunto de justificar a los diablos y su infierno, sino simplemente anotar que no hay lugar más pleno de calor amoroso que donde descansan los muertos.

Sólo hay, con todo y lo que se ha dicho, un momento en que el frío cala hasta los huesos, y el corazón casi se detiene. Es justo cuando no existe nadie a la mano que comparta la certeza de que un poco de amor puede remediar todo, absolutamente todo. Y por eso la gente recurre a tanto sarape o cobertor se le ponga a la mano, pero acaba igual de helada.

Tiene pues sus ventajas el frío.

Y con esto me refiero a cualquier lugar donde se presente la ocasión.

Porque, ya se habrá dado cuenta el lector, tiene la grandiosa capacidad de guardar hasta el fin de los tiempos, aquello que nos importa, nos hace ser lo que somos, y por lo tanto anticipa la posibilidad de que la vida sea algo más que un juego que parece absurdo.

Todo consiste en preparar, uno por uno, los momentos, imágenes y todo lo que uno se quiera llevar en ese largo viaje que sepa Dios a dónde conduce.

Deberán estar presentes los hijos con su sonrisa chimuela cuando mudan de dientes. La mujer amada. La familia más cercana. La no tan cercana.

Y sin embargo dentro de toda esa lógica del almacenamiento primordial, deberá destacarse lo que nos llevó, un día cualquiera, a darle el valor fundamental que tiene ese justo instante en que asociamos frío con alegría por vivir.

No tiene fecha exacta, pero cada uno lo guarda muy cuidadosamente para que nunca desaparezca, y nos acompañe cuando deba ser necesario, y permita que el alma brinque y dé vueltas en el estuche de difunto que seguramente tendremos. Es en ese instante, apenas visible, cuando sale disparada rumbo al cielo, el alma, y lo que dejamos simplemente sonríe por esa ocasión en que descubrimos que el frío es el calor del corazón.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico