PEDAZOS DE VIDA
A Matías Pérez Guzmán
Hace tiempo que no te escribo, no hay pretexto lo sé, siempre es bueno recibir palabras escritas. Creo que la última vez que lo hice fue cuando aún estabas en Estados Unidos, cuando te expliqué que en náhuatl “te quiero” no existe y que a cambio se dice “Nimitstlasojtla” (te amo), por qué en este idioma, no hay medida entre el querer y el amar. ¿Hace cuánto tiempo? y las palabras siguen atorándose en recoveco que hay entre el sacrificio de tu ausencia y mi memoria.
Sabes, hay historias que aún no nos hemos contado, pero aún confío en que habrá tiempo para que nos conozcamos más, aunque nos pusimos al tanto, hay experiencias que aún están dentro de un baúl y que saldrán en cualquier momento. Sé de antemano que muchas serán dolorosas y que a veces no quisiéramos recordar, porqué pensarlas, contarlas, recordarlas, es volver a vivirlas, es regresar a esos espacios de vida que fueron catapultas que nos hicieron levantar y seguir.
Y aunque a momentos creas que seguimos sin entendernos, quiero decirte que te entiendo, que valoro cada minuto que pasaste lejos de nosotros, que te fuiste al mar de la suerte siguiendo el sueño americano como héroe griego que emprende el viaje con la sola esperanza de regresar y besar a la mujer que ha dejado en su hogar.
Cuando la soledad me pega, allá en el rincón que habito, me acuerdo mucho de ti, a veces entro al mismo infierno que genera el recuerdo y el anhelo de estar con la persona amada, entonces respiro, tomo aire y trato de verte: fuerte y decidido, perseverante, tolerante y terco, luego veo el espejo y veo que el camino es largo que aún me falta para ser tan grande como tú, eso sí, cada quién a su manera.
Hoy, esto es suficiente, ya habrá tiempo de seguir y de escribirte.
Te amo papá.