Historias de Buró
Sobre un camino empedrado, caminan cinco mujeres de edad adulta, llevan sobre su espalda un pesado rollo de leña. Ahí las pueden ver los que pasan en sus carros, pues todas ellas avanzan en una sola hilera.
-Hace un rato pasó un niño en una camioneta, desde la parte de atrás nos dice adiós moviendo su manita- me dice doña Florencia, quien no suelta el “ixcuaite” que sostiene su pesada carga, – Un tercio de leña- contesta cuando la interrogo de cuánto es lo que lleva, si veo más de la mitad que con lo que yo intento ayudar. Trato de ir a su paso pero al final me deja.
Doña Deifilia me ha alcanzado y aunque es más grande de edad que doña Florencia, veo que su carga es aún más pesada. – Si te atrasas pierdes, cuando ves a tus compañeras te das ánimo para no detenerte y seguir adelante, si te paras te cansas más por eso hay que seguir derecho hasta el final y aguantar el dolor para que valga la pena cuando llegues a descansar-.
Ha pasado ya una hora de camino, son cerca de las nueve de la mañana y no veo el lugar a donde habremos de descargar, es ahora una pendiente y el intenso sol junto a la polvareda que se levanta no hace más que empeorar mi sufrimiento, siento que los pies se me doblan y en cualquier momento caerán.
Soy alcanzada por Rufina, calculo que tiene apenas unos 50 años y sin embargo lleva menos que el resto de sus compañeras pero aun así más que yo. ¿Cuánto lleva? Pregunto imaginando unos 40 kilos sobre su espalda, -Mi tercio-, contesta en un tono más serio.
Prefiero esperar a Carmen otra mujer de 50 años que tiene más ánimo para conversar. -Se me antoja un rico pulque- se ríe –Cuando yo tenía tu edad… – y comienza a contarme sus aventuras de borrachera en su juventud.
Llegamos al lugar, un pequeño poblado con casas que se cuentan con los dedos de las manos. Me quedo con Deifilia y el resto se dirige a sus respectivos hogares, acomodan sus “tercios” y se dirigen de nuevo cuesta abajo. Allá las esperan los maridos quienes cortan la leña… se preparan para la época de lluvias.