TEMC: entre la prisa de México y los intereses de los demócratas

NÚMEROS CLAROS

Las amenazas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles a México y Canadá, así como su determinación de cumplir frente a sus electores con su promesa de campaña, de poner fin al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hicieron posible el nuevo Acuerdo Comercial entre Estados Unidos, México y Canadá (TEMC); poniendo fin al proyecto de integración regional surgido en 1993 con el TLCAN y obstruyendo el desarrollo de las cadenas de valor que dese entonces se habían venido formando.
Esta semana el Senado de la República ratificó en nuevo acuerdo comercial con aranceles que sustituirá al TLCAN. Con la ratificación del TEMC por el Senado, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha querido dar muestras de firmeza al mandatario de los Estados Unidos en el tema comercial y evitar más arrebatos de su parte, como el de imponer aranceles graduales a todas las exportaciones mexicanas hacia su país si México no controlaba los flujos de inmigrantes centroamericanos, temas que puede poner en riesgo la estabilidad económica y social de nuestro país; quizá por esa razón, el presidente de México ha señalado que nuestro país ha sido el primero en ratificar el nuevo acuerdo, el cual no aporta mejoras al TLCAN, por el contrario, salvo en que no se cierren los mercados.
Sin embargo, los empresarios de los tres países saben que nada será igual para ellos bajo el nuevo acuerdo. Los hombres de negocios de los tres países, ahora tendrán que ver muchos de sus productos bajo la lupa de los aranceles y las reglas de origen de sus componentes; lo cual va complicar su trabajo y, seguramente, incrementará los costos de producción de los productos de exportaciones, los cuales serán pagados por los consumidores finales.
El fin del libre comercio parece instalarse en América del Norte. La idea del libre comercio es liberar a los productos, servicios y capitales de pagar aranceles, facilitar su circulación en un espacio económico común, los cuales terminan encareciéndolos en los países que los importan cuando se imponen impuestos a la entrada; pero también, el libre comercio pretende aprovechar de una manera más eficiente los recursos naturales, la fuerza de trabajo y el capital, explotando las ventajas comparativas que cada país tiene sobre otro en cada factor de producción; tema sobre el cual David Ricardo, Adam Smith y Carlos Marx, profundizaron en sus trabajos en el pasado.
El presidente Trump no cree en el libre comercio y desea encerrar a su país, no sólo detrás de una muralla de acero y concreto, sino de una barrera infranqueable de aranceles, culpando al libre comercio de ser la causa de la fuga de empresas y de empleos. En principio, si bien la promesa del presidente estadounidense de no poner aranceles a las importaciones de aluminio y acero (10% y 25%) provenientes de sus socios en Norteamérica, sirvió de medio para allana el camino y firmar el nuevo acuerdo comercial negociado en 2018 entre los tres países; y aunque México se adelantó a ratificarlo plenamente con su aprobación en el Senado, aún está vigente el TLCAN y queda por ser ratificado por los congresos de los Estados Unidos y Canadá, camino que no parece ser fácil.
El Congreso de los Estados Unidos aún no ha decidido sobre el tratado firmado por la administración Trump el año pasado con Canadá y México. Los demócratas están esperando garantías, especialmente en las recientes reformas por parte de México en materia laboral y no parecen tener la prisa que ha demostrado nuestro país para hacerlo y la del presidente Trump que dese ver ratificado el TMEC antes del verano.
El TLCAN ha sido calificado por el presidente TRUMP como el peor tratado comercial en la historia de Estados Unidos, pero su acuerdo comercial con aranceles aún necesita ser aprobado por ambas cámaras de su país para entrar en vigor. Los demócratas se han convertido en el mayor obstáculo que debe franquear el presidente estadounidense y en los mejores defensores del libre comercio, como lo han sido de los Acuerdos de Paris sobre el calentamiento global, de los cuales el presidente Trump sacó a su país, al igual que lo hizo de los acuerdos sobre emigración.
Tiempo y más tiempo reclaman los demócratas para enfrentar al presidente Trump y su visión del mundo. Si bien la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes ha señalado que desea obtener algunas garantías antes de decidir o proponer incluso cambios al TEMC para aprobarlo, en realidad es evidente que la presidenta de la cámara baja, Nancy Pelosi, seguirá en su posición de no organizar ninguna votación sobre el TEMC, bajo el pretexto de obtener esas garantías de México; pero en el fondo, los demócratas parecen estar ganando tiempo para sacar de la Casa Blanca al presidente Trump y su visión sesgada del mundo, del comercio, del medio ambiente, de los problemas de migración y de la realidad por la que atraviesa hoy el planeta.

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