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El faro
No soy aficionado a las telenovelas. Sin embargo, alcanzo a saber que en algún momento las telenovelas mexicanas tuvieron una potencia exportadora notable de sus producciones. No sé si actualmente alcanzan la fuerza que las producciones turcas pueden tener en otras partes del mundo.
Mari Mar, Rosalinda, Catalina Creel, Lety Padilla, Chispita, entre muchos otros personajes, son conocidos por varias generaciones aficionadas a las telenovelas nacionales. Varias empresas televisoras han ganado mucho dinero con los espectadores nacionales e internacionales.
Cuando la fiebre de la telenovela se generalizó, varios intelectuales se preguntaban el motivo por el que tenían tanto gancho en la audiencia. Solía coincidir en la respuesta de que los telespectadores aspiraban a que les pudiera suceder como las protagonistas de las series. La situación real era tan parecida a la que vivían en primera instancia los personajes que era fácilmente identificable. Normalmente, de una situación de pobreza y limitaciones, se pasaba por azares del destino a una situación de bonanza extrema. Ese era el sueño de algunos de los que veían las telenovelas. Por un golpe del destino dejar de pasar penurias para encontrarse con la vida resuelta.
En la ajetreada vida política nacional hay una historia que se asemeja a la de las telenovelas. Una de las personas que se están postulando para intentar alcanzar la silla presidencial el año que viene es de origen pobre. Es mujer, de ascendencia indígena y repleta de limitaciones en su infancia. Necesitó de un mayor esfuerzo para poder aspirar a algo más que el resto de sus compañeras. Hizo todo lo necesario, se apoyó en programas sociales, estudió una ingeniería y se convirtió en propietaria de su nueva empresa. Su vida se transformó, mas no por azares del destino, sino por el tesón, el esfuerzo y las capacidades que tiene para tomar iniciativas y salir adelante.
Quizá no pocos puedan mirarse en el espejo de la candidata. Quizá no pocos mexicanos deseen salir de una situación de estrechez para iniciar camino de otra manera de vida. El cómo lo realice, dependerá de ella. Podrá ser a base de esfuerzo y capacidad o de otras maneras no tan nobles. Aunque la candidata no se llame Mari Mar o Rosalinda, me queda la duda de si esta visión aspiracional que veíamos más arriba movía a los mexicanos para aficionarse a las telenovelas, se repita, en el caso de la candidata política, para arrastrar a las masas connacionales a su causa política. ¿Esta obra política tendrá el mismo buen fin que las telenovelas? ¿O tendrá poca audiencia? Veremos cuál va siendo su rating.