Bogotá, Colombia.- La escenografía de Gloria Carranco, un patio circular empedrado, coloreado por las hojas secas del árbol otoñal, y el sonido melancólico de la armónica de Roberto Collado, son el principio del viaje hacia la memoria de un hombre desolado y a la relación compleja entre un padre y su hija, que el director de escena mexicano Mario Espinosa propone en el montaje “Una luna para los malnacidos”, del dramaturgo estadounidense ganador del Premio Nobel, Eugene O´Neill, en la XV edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
La expectativa de los bogotanos por ver el trabajo de Teatro UNAM es amplia, desde que los boletos se pusieron a la venta se agotaron.
La obra aborda la historia de “Phil Hogan” (Patricio Castillo), un hombre mayor que vive en una granja con su hija “Josie” (Alaciel Moras), una mujer neurótica y acomplejada por la redondez de su cuerpo, que anhela el amor del sofisticado y alcohólico casero “Jim Tyrone” (David Hevia), quien, a su vez, busca el perdón de su madre muerta.
“Una luna para los malnacidos” fue estrenada en México en 2014, ahora con miras a su reposición en abril en el Teatro Lucerna, se presenta en Bogotá con parte de su elenco renovado en los papeles de “Josie” y “Jim”.
En la primera parte de la obra con una duración de 160 minutos se presenta la relación entre “Phil” y su hija, una amor filial lleno de resentimientos y acusaciones. La experiencia de Castillo, frente a la juventud de Moras, sostiene el tono dramático. El lenguaje local de la obra no parece estorbar al público bogotano, que, pese al exceso de expresiones altisonantes mexicanas (podrían pronunciarse más de 50 “pinches”), responde con gracia a la encarnación de Castillo como un padre alcohólico, cínico y juguetón.
La fuerza del primer planteamiento de la puesta en escena se va desvaneciendo en la segunda parte, en donde se presenta la relación idílica entre “Josie” y “Jim”, en buena medida al poco control de Moras sobre su personaje, en sus manos “Josie” deja de ser una rebelde y fuerte mujer para convertirse en una berrinchuda.
Mientras que un imponente Hevia, cuya voz grave inunda la escena, logra concentrar en su conflicto emocional, el peso de la obra.
La Casa del Teatro Nacional, sede de varias obras mexicanas durante el festival colombiano, uno de los más importantes de artes escénicas en la región, luce repleto, pero varios asistentes sucumben y abandonan el recinto. La mayoría permanece y ovaciona a la propuesta mexicana que espera su regreso a la Ciudad de México.
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá llega este domingo a su fin y ha reunido a lo largo de 17 días a 100 directores, 3650 actores de 32 países y tiene a México como país invitado de honor.