
RETRATOS HABLADOS
“Que toda la vida es sueño. Y los sueños, sueños son”, escribió Pedro Calderón de la Barca en el Monólogo de Segismundo de su obra “La Vida es Sueño”.
A lo largo de casi toda la vida, un amplísimo sector de la población mexicana soñó con un cambio real en la sociedad que les tocó vivir desde niños, con un partido político único que había decidido que la distribución injusta de la riqueza se quedaría eternamente, y por lo tanto, los nacidos para perder estaban condenados a cumplir su infausto destino.
Soñaban con un cambio que permitiera construir una nueva realidad, y en ese andar se mostraron dispuestos no solo a ofrendar su propia vida, sino dar por hecho que tendrían que sacrificarse dos o tres generaciones para conocer los frutos. Es decir, dar por hecho que no estarían vivos para el momento que el sueño se hiciera realidad.
Era buena esa esperanza. Era un camino que se buscaba, pero también un sueño y nada más, que de pronto se estrelló con realidades que ese amplísimo sector de la ciudadanía mexicana se negó a aceptar, porque Cuba se había convertido en la ilusión más hermosa, la lección y cachetada al “cochino Imperialismo Yanqui”; porque Nicaragua, la primera revolución transmitida casi en vivo con los reportajes de Edgar Hernández en Canal 13, inspiraba la ilusión.
Pero al final del día miramos Cuba y una dictadura que no termina, Nicaragua y un sinvergüenza comandante Daniel Ortega que secuestra a candidatos opositores en tiempos electorales, porque simplemente ya no quiere dejar el poder, de pronto despertaron a los que soñaban en ese sueño, y lo que hoy ven en la realidad es dramático, terrible, patético.
Aún así muchos decidieron que se quedaban en ese mundo de la fantasía, que pasara lo que pasara no dejarían que se cayera la ilusión. Que en México ya estábamos en el camino correcto con la 4T, que es, a su juicio, una revolución más amplia que la cubana y la nicaragüense, pero sin guerra. Que por eso el camino estaba tan minado de trampas, de intereses que nunca permitirían el cambio sin dar la batalla con la desinformación y las críticas gratuitas, que dicho sea de paso son reales en no pocos casos, pero no en todos.
Que incluso estaban dispuestos a perdonarle todo al nuevo comandante revolucionario, porque se lo merecía.
Pero han pasado los años, y con o sin revolución armada de por medio, empezamos a pensar si no hay, ya, claras muestras de que el poder lo ha hecho su presa, que acaricia el sueño del poder eterno, le pese a quien le pese. Que da por hecho como solución su permanencia directa o a trasmano, porque solo así se pueden proteger sus logros, los espectaculares avances que harán cierta la transformación.
Y los que estaban dispuestos a ofrendar su vida, perdonarle todo, empiezan a repensar su decisión, para ya no creer, para de nuevo estamparse contra el parabrisas de la verdad, la realidad.
Confirmar que Calderón de la Barca tenía absoluta razón cuando escribió:
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Mil gracias, hasta mañana.
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