Pido la palabra
Lo único cierto es que hoy estamos…mañana tal vez no; es la ley de la vida, nacemos para morir; algunos lentamente, como pidiéndole al tiempo clemencia y que la muerte solo sea un abrir y cerrar de ojos, y después la nada; otros, adelantan su tiempo biológico y en un alarde de cobardía deciden ya no seguir viviendo.
¿Qué sentiremos cuando estemos en el umbral del silencio eterno?, saber que el final se acerca y que aún hay muchos planes por hacer, muchos amigos a quien saludar, muchas personas para estrechar la mano, muchos amaneceres que desearíamos compartir con nuestros seres queridos; pero ya no, la vida se nos escapa a cada segundo y la impotencia nos invade.
Quizá ya no estaremos en la próxima navidad, tal vez ya no podremos abrazar a ese nuevo miembro de la familia que viene en camino; es un hecho, ya no podremos resolver tantos y tantos pendientes que hoy tenemos como yugo en nuestra conciencia.
Nuestro final nadie lo conoce, pero todos lo presentimos, y en su mayoría, aunque no lo aceptemos, le tememos
La vida solo es una luz fugaz que se ensombrece con la muerte; sombra que deja pena, tanto al que se va como a los que se quedan; el que se va empieza a morir en el momento en que toma conciencia de que su tiempo está llegando a su fin, y el sufrimiento debe ser indescriptible; los que se quedan, tratando de asimilar el momento en una especie de autoengaño diciéndose que “esa es la ley de la vida y que solo se nos adelantaron”.
¿En verdad que solo estamos de paso a una vida mejor?, nadie lo sabe, aunque la fe nos constriñe a tener esa esperanza improbable; por ello, hoy entiendo que debemos disfrutar al límite cada momento, abrazar, reír, disfrutar a quienes están a nuestro alrededor, pues mañana esa omisión podría ser la cadena que nos haga llorar en nuestra partida.
Algunas veces el cansancio nos ha llevado a sentir que no podemos, que ya debemos parar, que ha llegado el momento de claudicar, pero después comprendemos que el dejar de luchar es comenzar a morir, y que estaríamos adelantando nuestro final en vida, si es que abandonarnos se le pueda llamar vivir.
Agachar la cabeza no es la opción; cerrar los ojos no está en nuestra agenda; el mirar a otro lado mientras la batalla continúa es solo la estrategia del avestruz; “vivir es a cada momento”, pero el “dejar hacer, dejar pasar”, solo es un sofisma de la decadencia moral.
Aunque nos sabemos finitos, debemos seguir incitando a la gente para que mire hacia arriba, a tener como meta lo que está adelante, no podemos decirle que “no se puede”; ¿Quién dice que no se puede? Como citaba un slogan político de hace algunos ayeres.
¡Si se puede y no hay más límite que nuestra voluntad!; para lograr lo que queremos tal vez sea necesario caminar terrenos pedregosos y llenos de estulticia inmunda; probablemente en algún momento nos sentiremos cansados y pensemos en abandonar el camino trazado; justo en ese instante nos acordaremos de aquellos agoreros de la mediocridad que pensando en sí mismos, nos decían que “no se puede”; pero es precisamente en ese momento que la luz de nuestro valor nos deberá enseñar que el camino puede ser largo y sinuoso, pero al final satisfactorio el reto de haberlo vencido.
Somos fugaces y por ello debemos tener fortaleza de espíritu, pues al final del camino, esa será la herencia que dejaremos a las siguientes generaciones.
Por ello, en esta época, vaya nuestro recuerdo para todos aquellos que se nos han adelantado, pues esa es nuestra gentil manera de seguir conservándolos con vida, aunque, estoy seguro, que ellos hubiesen querido seguir observando la luz de cada amanecer y no solo ser un recuerdo más que quizá se desvanecerá con el tiempo y desaparecerá con nuestra propia muerte.