Home Nuestra Palabra Javier Peralta Solo la verdad acabará con el reinado de los “tontos del pueblo”

Solo la verdad acabará con el reinado de los “tontos del pueblo”

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Solo la verdad acabará con el reinado de los “tontos del pueblo”

RETRATOS HABLADOS

La era de las redes sociales, los “influencers”, las “socialites” y otros engendros por el estilo, además de por supuesto los “youtubers”, generó de manera casi mágica entre el ciudadano, la certeza de que nada es cierto en todo el sentido de la palabra, y que después de todo es posible vivir con verdades a medias o, lo que es peor, a la medida de cada persona. Nos acostumbramos a que todos tuvieran sus verdades muy particulares, y por lo tanto la mentira se enseñoreara del territorio nacional.

Llegó a tal grado la incredulidad, que la aparición de un virus que arrasó prácticamente con países de Europa y el nuestro, fue interpretada por no pocos asiduos de las redes, como un posible invento, y decidieron sustentar esa visión del mundo en los dichos de influencers, socialites, youtubers, pero también en lo que se difundió en los grupos de whats a los que todos, de una u otra forma, estamos integrados.

Y resultó lo que tenía que resultar, al cumplirse la maldición de Umberto Eco, cuando dijo: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas. Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama del internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”.

El hecho sustancial al terminar el mes de marzo en el 2020, y lo que fue un desastre de salud, desembocó en el drama de quienes finalmente se dieron cuenta que el santo grial de la verdad, que supuestamente habían encontrado en las redes sociales, no era tal. Cierto, hubo y hay más libertad que nunca para decir lo que a cada cual se le venga en gana, para ser parte de batallas campales en foros de opinión, ofender, difamar, calumniar, emitir opiniones doctas en temas de los que no se sabe maldita la cosa. Cierto, la costumbre absoluta del silencio, de la mentira en los medios tradicionales, hartó, convirtió en incrédulos a los que aún confiaban en la existencia de verdades.

Pero el remedio salió peor que el mal.

Y así nos encontramos con el escenario que hoy nos toca observar, vivir y padecer: dar por hecho que todo es falso, hoy mismo nos tiene en el camino de no asumir responsabilidades de ningún tipo.

Será la realidad lapidaria la que nos coloque en el espacio de la realidad, de la dolorosa realidad. Ese puede ser el camino que ya empezamos a recorrer, el lamentable y terrible camino del dolor. Pero a veces parece que no hay de otra.

Algo, sin embargo, será posible rescatar en todos esos años de zozobra y temor que vivimos: la capacidad de no volver a caer en la tentación de dividir todo el país entre los que piensan como yo, y los que no, y por lo tanto entre los que serán reconocidos y halagados por comulgar con mis ideas, y los que en automático son enemigos por no hacerlo.

Al final del día, guste o no, volveremos al camino abandonado donde vivir no era una eterna lucha de “buenos y malos”, “injustos y justicieros”. Ese escenario inventado es falso, porque a la fecha nadie reúne las características necesarias para situarse en uno de los dos escenarios.

En tanto le pido que crea, que aun cuando la pandemia parece ser cosa del pasado, se mantenga en vela por sus seres más queridos. En tanto, no desaproveche la oportunidad de manifestar su entrañable amor por las personas que caminan a su lado; que no sea solo asunto de pandemias y muertes, el impulso para mantener ese amor; ese absoluto y sentido cariño por todos los que pensamos que habríamos de cerrar los ojos para siempre, como los que se fueron para siempre. 

Mantengamos la certeza de que la única verdad absoluta y siempre vigente, será la capacidad de amar la vida, y esto solo se logra a través de la verdad. Y, dicho sea de paso, eso, la verdad, importa muy poco a los que reinan en las redes sociales, nunca benditas como alguien las calificó, siempre presas de la soberbia y la ignorancia.

Mil gracias, hasta mañana.

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