Solo 250

RELATOS DE VIDA

Recién baja un pie del automóvil y lo coloca en el pavimento ennegrecido y cacarizo, con colillas de cigarros en forma decorativa y unos montones de basura pegados a la pared, reconoce que está en otra ciudad, en un lugar habitado por miles, y también donde mueren millones por hambre o por inseguridad.

Comienza a caminar buscando su objetivo principal de la visita, y mientras lo hace,  trata de acoplarse lo más rápido posible, adopta formas de caminar y de hablar, incluso compra un cigarro y un chicle, y ejecuta una correcta coordinación entre inhalar y exhalar humo, seguido de unas masticadas a la goma.

Compra en algunos puestos, distribuye su dinero en varias bolsas del pantalón, reacomoda las nuevas adquisiciones y se dispone a continuar la caminata; ya más “en onda”, se siente más incluido en este espacio anteriormente habitado por dioses aztecas, los nervios han disminuido notablemente, y está  a punto de concluir  con su objetivo, está satisfecho y de momento escucha “solo 250”, voltea a su derecha para ubicar la fuente de la voz.

Una mujer de aproximadamente 25 años, de tez apiñonada, cabello negro suelto a media espalda, ojos enormes y enmarcados en negro; chapas coloradas, labios rojos; cuerpo no escultural pero sí con curvas marcadas y un vientre plano, que se dibujaba en un vestido estampado completamente pegado a la piel; que apenas cubre el final de la curva de las pompas; el vestido hacía juego con unas medias caladas color negro y unas zapatillas de plataforma y color transparente.

¿Perdón?- responde y continúa la conversación- te perdono, pero con 250 puedo hacer más…- apenado se reincorpora en el camino pero esta vez a un paso apresurado; pensó que ya se había acoplando a la ciudad, que ya era uno más, era de mente abierta, pero aún pensaba que la actividad más vieja del mundo solo se desarrollaba en la noche, en completo incógnito, no a mediodía, a plena luz de todos, prosiguió creyendo que tal vez solo era una despistada urgida, pero cuadras más adelante la escena se repetía pero las diversas figuras se encontraban a cada esquina, a media cuadra, y luego en cada establecimiento.

Y la tarifa que comenzó en 250, terminó en 120, y solo pensó, ahora ni la profesión más antigua del mundo, ni el sudor de tu frente y cuerpo por la faena ejercida tiene un buen valor, todo en esta vida se ha devaluado.

Related posts