Home Nuestra Palabra Javier Peralta Sobrevivir para amar; eso es todo

Sobrevivir para amar; eso es todo

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Sobrevivir para amar; eso es todo

LAGUNA DE VOCES

Solo cuando el ser humano se encuentra de frente con la posibilidad de morir, se da cuenta de la necesidad de encontrarle un sentido a la vida, porque hasta antes de la pandemia que nos ha recluido en los muros de nuestras casas, hacíamos como que no teníamos tiempo para pensar en esos asuntos solo propios de filósofos, salvados milagrosamente de un accidente o enfermedad terminal, deprimidos o aquellos que andan por la existencia con el corazón partido en muchos pedazos. Estábamos seguros que el único sentido era el que nos marcaba la necesidad de sobrevivir a como diera lugar, y dejar que pasaran los años hasta que un día nos hiciéramos humo como la canción de Pau Donés. ¡Qué necesidad de pensar en que un día cerremos los ojos para nunca volver a abrirlos!

A la fecha no conocemos otra realidad más que esta, y morirse era un asunto que se podía poner en práctica de manera privada, porque la muerte como tal nos había acostumbrado a que llega cuando debe llegar, y esto quiere decir discretamente sin necesidad de andar correteando a quien se le anda queriendo escapar, porque se entiende que es asunto ligado a ceremoniales.

La pandemia nos igualó en la sabiduría que solo unos cuantos habían aprendido luego de escaparse por muy poco a la encargada de provocarnos el último suspiro. De algún modo nos consideramos sobrevivientes, pero de ningún modo salvados al cien por ciento, porque en una de esas despertamos con la buena nueva de que jalamos aire y no llega ni para resollar a los pulmones. Pero tampoco es asunto de ser pesimistas, sino de buscar esa nueva visión que tienen aquellos que no murieron cuando todos pensaban que así iba a suceder.

Estar cerca de la muerte, pero muy cerca, implica que ya salvado o cuando menos con la idea de que así puede ser, no volveremos a perder tiempo sin decirle todos los días te amo, te adoro a quienes de buen corazón y sin necesidad de estar con un pie en el más allá, aprendieron de naturaleza la magia del amor.

Mirar con ganas absolutas que efectivamente el tiempo pasa ligero, no presuroso pero sí decidido, para mirarnos cada vez más insistentemente los ojos en el espejo y descubrir que sí, ni hablar, empezamos a parecernos a nuestro padre cuando un día cualquiera dejó de ser el hombre que siempre creímos inmortal.

Sorprendernos de que la nieta más hermosa del mundo, es decir la que es hija de mi hija, ha crecido y lo único que debe preocuparnos es que sea feliz, pero muy feliz como su tía, la más pequeña que es su hermana y compite en locuras a la hora de bailar o platicar con la idea que son de la realeza británica y toman el té al tiempo que preguntan por “Sir Yus”, que es su primo, y otros.

Tal vez lo fundamental del tiempo que hoy nos toca vivir asomándonos con los ojos espantados, será que la muerte nos sitúa con claridad en la necesidad de apreciar la vida, el espacio de tiempo en que seguiremos por la tierra única que conocemos y damos por sentado será nuestro hogar hasta que sea la hora de partir.

Y luego entonces apreciar con la mejor voluntad la simple y sencilla posibilidad de abrir los ojos cada mañana, y saber que podemos respirar la mañana, la esperanza de todo, porque aún vivimos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta