OPINIÓN
El crecimiento del PIB en 2014, anunciado la semana pasada, es muy mala noticia. México volvió a rezagarse respecto a otras economías relevantes. Creció sólo 2.1%, en comparación con 7.4% en China, 5.8% en India, 3.3% en Corea, y 2.8% en Singapur. Llueve sobre mojado, pues el país se ha rezagado de manera continua desde 1980; por ejemplo, entre ese año y 2013, el PIB per cápita de Corea se multiplicó 6.1 veces, mientras que el mexicano sólo 1.3.
Un crecimiento insuficiente como el de 2014 tiene impactos negativos directos sobre la pobreza y sobre la concentración del ingreso. Muchos mexicanos viven en condición de pobreza, y lo más lamentable es que su número ha venido aumentando durante los últimos años, de 42.9 millones en 2006 a 52.3 millones en 2012. Habrá que ver el impacto del lento crecimiento cuando en julio se conozcan los números para 2014. En materia de distribución del ingreso, la alta concentración no se ha modificado sustancialmente desde 1990.
¿Qué sucede? ¿Por qué durante los últimos dos años la economía creció sólo 1.4% y 2.1%? El factor que más explica ese magro resultado es el comportamiento de la inversión. Se estima que en 2014 la formación bruta de capital fijo aumentó sólo 1.9%, claramente insuficiente para acelerar el ritmo de expansión económica. En consecuencia, el coeficiente de inversión en México, que indica el esfuerzo relativo para ampliar la capacidad de producción en el futuro, sigue siendo muy bajo: 21.1% del PIB (al tercer trimestre de 2014). Dudas adicionales surgen cuando se observa que, a pesar de la estrategia anunciada en diciembre de 2012, utilizar el déficit público como instrumento anticíclico, la inversión pública disminuyó 6.8% (enero-septiembre), al igual que en 2013 (-6.1% para el mismo periodo).
La perspectiva para 2015 no es halagüeña. La principal causa es que se percibe que el gobierno federal está realizando un sobreajuste del gasto público. Cuando en diciembre pasado se anunció el presupuesto (PEF), y luego en enero de 2015 que se reduciría el gasto aprobado debido a la disminución del precio del petróleo, prevalecía gran incertidumbre acerca del comportamiento de ese mercado. El desconcierto fue evidente, como sucede cuando se dan “vuelcos” de mercado: el precio del WTI cayó a 44.8 dólares por barril a fines de enero. Sin embargo, ya van cuatro semanas durante las cuales dicho precio se ha recuperado, y la perspectiva es que lo siga haciendo. La Administración de Información Energética de Estados Unidos de América (EIA) pronostica (febrero) que ese crudo alcanzará 66.5 dólares por barril (dpb) en diciembre de este año, y promediará 71.0 dpb durante 2016. Los futuros precios del crudo también muestran una tendencia ascendente, pues lo ubican en 59.0 dpb a diciembre de 2015, y en 61.8 dpb en junio de 2016.
Sin embargo, el ajuste al presupuesto del sector público está en curso. Por restricciones autoimpuestas, el gobierno no está recurriendo a aumentos de ingresos no petroleros como parte del ajuste, sino sólo a reducciones del gasto, de nuevo afectando principalmente la inversión pública, sobre todo en el sector energético, Conagua, SCT y Sagarpa. Debido a la naturaleza del ajuste, cabe preguntarse si no es precisamente ante una coyuntura como la actual cuando debería recurrirse a mayor endeudamiento para sostener inversiones y programas prioritarios, sobre todo cuando a diciembre del año pasado, el déficit público fue inferior al programado.