
RETRATOS HABLADOS
Todos sabemos que la historia siempre será la misma, con algunos matices diferentes que no marcan ninguna diferencia. Hemos visto nacer, crecer, convertirse en personajes de talla nacional a muchas personas de poder con origen hidalguense, pero el hecho constante, es que todo se repite y la marea del mar arroja despojos de lo que llega a quedar de los que se antojaba brillarían con luz propia. No es así porque no puede, ni debe ser así.
En el plano nacional, una simple ojeada a los capítulos recientes de la corta existencia que cada cual tendrá, y que por lo tanto se convierte en la única historia de la que seremos testigos, pero difícilmente protagonistas, no hace sino convencernos que vana es la ambición del que pretende convertirse en eterno, de quien busca a toda costa burlar al tiempo de la desmemoria, porque el final, tal cual dice el poema de Borges y el texto de Abad Faciolince, simplemente deberemos aceptar “El Olvido que Seremos”.
“No hay mal que dure cien años”, dice un refrán popular, y tiene razón, porque antes seremos difuntos, y si el mal se extinguió poco importa, y si no, también.
Si aprendiéramos a entender, aceptar lo efímero de nuestra existencia, sin duda no habría enfermos de poder, tampoco enfermos por asumir el liderazgo para condenar a estos personajes que, al final de cuentas, conjugan en su simple y humana vida, lo que cientos, miles, millones de personas ansían, buscan con desenfrenada vocación. Porque no son gratuitos ni son producto de la generación espontánea. Son tan nuestros como las amargas conclusiones de que “fueron algo y uno nada”.
Si supiéramos el valor de nuestra intrascendencia y el olvido que seremos, aceptaríamos con una resignación verdadera, no la que simplemente nos lleva a hacernos a un lado y dejar que todo se haga y todo pase, que después de todo es tan diminuto el espacio que nos toca mirar el mundo, y tan amplio el que nos hace perder los segundos, los minutos, las horas, los días, los años en nada que cambie el destino del que, tarde o temprano, será igual que nosotros, con un olvido más aplazado, pero finalmente olvido.
El poder que encarna cada tiempo un ser humano, es similar al juego del parque de diversiones de la Rueda de la Fortuna, y unas veces estaremos arriba, en medio, abajo, y después, apenas con una vuelta, nos tocará dejar el lugar para que la historia continúe.
Si tan solo los del poder supieran que todo se trata de un juego previamente diseñado, en el que se sabe hora y fecha en que subirán, y luego bajarán para sumergirse en el olvido, igual que el más simple de los mortales, igual al que mira simplemente y sabe que con pasar a un lado, contar lo que mira, será suficiente.
Mil gracias, hasta mañana.
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