Sin sentido

Historias de Buró

Había visto a la gente pasar desde aquel rincón, indiferente siempre a mi dolor, mi ropa haraposa, mi olor desagradable, no hacían más que alejar a todo aquel que sin darse cuenta caminaba cerca de mí.
Odie a mi madre que me abandonó aun siendo un niño, por irse con aquel hombre que la golpeaba y obligaba a prostituirse, yo era un estorbo para ellos. Odié a mi padre que al enterarse de los engaños de mi madre tomó una pistola y se disparó en la cabeza un día mientras yo dormía.
El recuerdo tormentoso de una infancia cruel nunca me abandonó hasta mi vejez, soñaba de repente que lograba rehacer mi vida con aquella chica de la que una vez me enamoré, esa mujer de enormes ojos negros y piel canela que veía en el mercado cuando era yo un adolescente, acompañada siempre de su madre se disponían a realizar las compras pertinentes, y yo un simple cargador podía seguirla en su recorrido sin que se diera cuenta.
El día que ella murió mi corazón se murió con ella, atravesaba la avenida y una camioneta perdió el control y la aplastó contra el muro de una casa vecina. Pude tenerla entre mis brazos cuando me aventuré a sacar su cuerpo destrozado, sus ojos me vieron por primera y última vez estando ya estaba muerta.
Nunca dejé de pensar en ella, aun cuando a mis 25 años me casé con una niña de 17 que conocí en un baile, obligado por sus padres nos fuimos a vivir a un pequeño cuarto en una vecindad, lugar por donde tres años vivimos cuidando a nuestros dos hijos varones. Después la abandoné y con ella a mis hijos. Molesto por la mala calidad de vida que podía ofrecerles.
20 años después los vi, totalmente realizados y felices encontraron su equilibrio en el mundo. Según sé, yo no existo o estoy muerto.
Mi cobardía me llevó a perder a mi familia, me llevó a mi ruina, al vicio y a vagar por las calles de la ciudad en un mundo sin sentido.

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