RELATOS DE VIDA
Hace poco más de un mes que todo comenzó, los espacios de la casa cambian, hay nuevos cuadros, pinturas, fotografías, adornos… en un mes todo se ha transformado, lo importante con ayuda de toda la familia.
Los niños en momentos están contentos, en otros tristes, en otros tantos con mucha energía y en algunos más bastante cansados, aunque la imaginación no termina; un día somos astronautas, luego vaqueros, después policías o ladrones, y en otros momentos dueños de una tienda de juguetes que parecían estar abandonados.
Cierto ocasión, escudriñando y desempolvando una caja encontraron un pequeño plástico, la curiosidad los impulsó a estirarlo para descubrir lo que era, después de estirarlo completamente, confirmaron que se trataba de una pelota.
Emocionados iniciaron la misión de inflarla, lo hicieron en turnos, hasta que quedó completamente llena de aire, y una nueva aventura llegó, una pelota malvada y gigante nos perseguía para aplastarnos, era impulsada por otro ser diabólico.
Corrimos por los cuartos, los pasillos, descansamos un poco en la cocina, saltamos al comedor y luego a la sala, era tal la adrenalina de evitar que la pelota nos alcanzara luego de ser aventada por el ente malévolo que poco caso hicimos a lo que pasaba.
Después de correr, saltar, gritar y reír, hicimos una pausa para tomar agua y sentarnos un momento a retomar el aliento, y fue en ese preciso momento dónde nos percatamos que en la casa parecía que había pasado un tornado.
Los muebles estaban movidos, algunas cajas, pinturas y fotografías tiradas, afortunadamente sin haberse roto; y alguna de la ropa colgada sosteniéndose solo de un pedazo de tela, en verdad era un caos, la imaginación sobrepasó la realidad.
La consecuencia era lógica: iniciar una nueva aventura, en la que éramos aseadores profesionales de casa y teníamos que dejarla impecable, la idea no gustó del todo, pero se tenía que corregir el desastre originado por una pelota endemoniada y simplemente, redonda.