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SI TE LO EXPLICO, NO LO ENTENDERÍAS

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SI TE LO EXPLICO, NO LO ENTENDERÍAS

PIEL ROJINEGRA

● Dedico este texto a los Rojinegros que lloraron el título del 12 de diciembre, y a mi hermano, padre y madre, que acompañaron uno de los momentos más felices de mi vida

DATO

Atlas rompió con una maldición de 70 años sin ser campeón.

Hay un dicho que reza que, “de las cosas menos importantes, el fútbol es la más importante”. Y aunque siempre he sido fanático de este deporte, no había dimensionado esa frase hasta hace unas horas.

La mitología griega narra que Atlas era el nombre de uno de los 12 titanes que, luego de la Titanomaquia, vieron sus existencias condenadas por los Olímpicos dioses encabezados por Zeus, pues al perder la legendaria guerra, a Atlas se le impuso cargar sobre sus hombros con el peso del mundo.

Es así que, desde tiempos ancestrales y mitológicos, el nombre de Atlas ha estado ligado al pesar, al infortunio y tragedia. Atlas ha sido sinónimo de condena quizás injusta, pero dolorosa y eterna. La herencia de esos tiempos la abrazó Juan José “Lico” Cortina, quien, en 1916 al fundar un equipo de futbol en Guadalajara, tomó el nombre del Titán porque, en el verano de dicho año, “Lico” y sus camaradas “se sentían el sostén del mundo”.

Fue de esa forma que el castigo que Zeus impuso a Atlas, perduró y se apropió de un equipo con tonos en rojo y negro, lleno de leyendas y de históricos del futbol nacional que, lastimosamente, llevaban sobre sus espaldas la condena de no ganar nada, toda vez que el Atlas de Guadalajara se coronó por última vez el 22 de abril de 1951 con un solitario gol de Edwin Cubero, y ante el odiado rival: las Chivas Rayadas.

Lo que un servidor vivió en días recientes gracias al futbol, resulta indescriptible. Es irónico que alguien que ha dedicado buena parte de su vida a escribir, hoy precisamente no sepa qué palabras usar para expresar la emoción que un juego, y un campeonato, significan en el corazón.

Cuando le preguntan a un atlista “¿por qué le vas al Atlas?”, la respuesta habitual es: “si te lo explico, no lo entenderías”. Y ahora mismo, cuando me pregunto “¿qué sientes al ver a este equipo campeón?”, al intentar explicarlo, me doy cuenta de que, en efecto, no he terminado de entenderlo.

En toda mi existencia sólo había vivido dos finales de mi equipo, ambas habían terminado en resultado triste luego de errar desde el fatídico punto penal, pero, hoy, la historia es distinta, porque tras la brillante atajada de Camilo Vargas, y el tiro raso de Julio Furch que hizo reventar al Estadio Jalisco, he reventado también en mis adentros.

Ser seguidor del Atlas había sido una constante historia de fracasos, de temerle a los fantasmas del descenso y de ver cómo las burlas chocaban contra la gruesa piel rojinegra que muchos fanáticos al igual que yo, hemos desarrollado con base en resiliencia. Ser seguidor del Atlas de Guadalajara hoy significa que las hazañas ocurren, y que la pasión que un partido provoca, sí puede cambiar vidas y dejar huellas lindas y positivas en las personas que gritan “¡Te amo!” cuando la Academia sale al campo.

Jugué para equipos juveniles del Rojinegro. Marqué un par de goles con la playera que antes vistieron: Guardado, Márquez, Pardo, Osorno, Zepeda, Chavarín y Torres. Viví con pasión cada encuentro disputado y gocé como nunca ver a las familias unidas en torno al Rojo y Negro.

Y hoy, precisamente hoy que mi amado Atlas ha roto una maldición de 70 años sin coronarse como monarca del balompié nacional, miro a ese pasado tortuoso y le sonrío, porque hemos hecho las paces y cambiamos las lágrimas de decepción por llanto dulce de victoria y alegría. Hoy todos los Rojinegros, somos “el sostén del mundo”, justo como “Lico” Cortina lo había soñado. Hoy, para júbilo nuestro, podemos gritar que llegó el ansiado título, el segundo de muchos, espero. Pero, sobre todo, hoy puedo decir que esta afición fiel que fue paciente durante años y que jamás abandonó a su equipo, ha recibido el perdón de Zeus y fue liberada de su condena.

Hoy más que nunca, ¡MIL VECES ARRIBA EL ATLAS!