¡SÍ, SE PUEDE!

¡SÍ, SE PUEDE!

“El criterio que orientará a esa educación se

 basará en los resultados del progreso científico, 

luchará contra la ignorancia y sus efectos, 

las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”

Constitución General de la República.

Es una norma no escrita: “En política, no se pierde ni se gana para siempre”, desde luego, cuando las reglas del juego se dan dentro de la democracia, con todos los defectos que este sistema pudiera acumular en la práctica. 

El artículo tercero de nuestra Constitución, en su fracción II inciso a), determina que la educación en México “Será democrática, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.  Este mandato se ubica fuera de los artículos relacionados con las cuestiones puramente electorales, para ubicarse en el ámbito educativo; en la que se considera La Parte Dogmática de nuestro máximo ordenamiento político y jurídico.

La realidad que vivimos en este momento está llena de experiencias y expectativas; las experiencias nos dan a entender que el Partido en el gobierno, la corriente ideológica en la que se fundamenta y el líder que la preside, son prácticamente invencibles y que solamente se espera el cumplimiento inexorable de los tiempos para vivir procesos electorales nacionales con una mecánica similar a la de los últimos comicios locales; esto es: un instituto político prácticamente oficial, casi único, que obedece a una sola y personalísima voluntad; una oposición desdibujada (prácticamente inexistente), un Legislativo dividido y un Poder Judicial en pugna con el Ejecutivo, entre otras cosas. Todo esto bajo la mirada impotente (o complaciente) de una generación de gobernadores que parecen añorar una embajada, como mejor opción que la cárcel, con razón o sin ella.

Uno de los escenarios más recientes fue el Estado de México, al cual Tirios y Troyanos consideran “La joya de la corona”, por su acendrado y añejo priísmo, el cual fue centro y origen del grupo Atlacomulco, históricamente determinante en el PRI nacional, estatal y municipal en aquella entidad federativa; cuna de rancios apellidos (Baz, López Mateos, Hank, del Mazo, Chuayffet, Montiel, Peña Nieto, etcétera) y que ahora se ven caminar con la bandera tricolor a media asta, dentro de una rechifla generalizada ante la rapiña y las pugnas internas por los despojos que quedan del Partido.

En la época de bonanza del PRI como partido hegemónico, se manejaba el famoso cuento de las tres cartas que un presidente saliente dejaba a su sucesor con las siguientes instrucciones: No leas ninguna de las cartas, sino hasta las fechas que en ellas se marcan. 1.- Abre la primera durante el año inicial de tu mandato. 2.- En el cuarto año de gobierno, abre y lee la segunda. 3.- Has lo propio con la tercera carta, al término de tu sexenio. 

Así, antes de cumplir el primer año; el nuevo mandatario abrió la primera misiva y solamente encontró un pequeño texto: “Échame la culpa de todo lo malo”. Por ahí del cuarto año abrió la segunda y leyó: “Comunica a la opinión pública que vamos requetebién”. Faltando unos cuantos días para entregar el poder a su sucesor (del mismo partido), abrió la tercera que decía: “Escribe tres cartas y déjalas a tu sucesor con instrucciones similares”. Es obvio que esto ya no funciona.

Ahora, el primer año se utilizó para echar la culpa al pasado de todo lo malo; el segundo, tercero y cuarto año de gobierno, lo mismo y, seguramente, perdurará hasta el final. Los observadores oficiosos auguramos una gran repercusión internacional de cuanto ocurra en México, por el origen altamente comprometido de muchos de sus embajadores, recientemente nombrados.

¿Por qué, entonces, el título de este artículo es un optimista SÍ, SE PUEDE? Respondo: entre otras razones, me miro en el espejo del Estado de Coahuila. Ahí no solamente se pudo, sino que se lograron triunfos contundentes en los órganos en disputa. ¿Será porque el candidato a Gobernador tenía una fuerte experiencia electoral con resultados positivos a juicio de sus electores? Esto es: ¿Supo ganar y conservar el supremo valor de la confianza? ¿No tiene cola que le pisen? Coahuila contó con todo el respaldo del gobernador, quien no será embajador. Comprometido con su partido y con sus compañeros, sin más límites que la ley y el ejemplo, coadyuvó al triunfo final. 

Los candidatos a diputados, seguramente tenían la colita corta. Actuaron con espíritu de cuerpo sin caer en protagonismos inútiles y entendiendo que el triunfo de uno, sumado al de sus pares, podría conducir al éxito final, como fue el caso.

No se puede negar mérito a los electores. Distinguir entre un candidato y otro, tiene su valor; hay votantes que piden a los candidatos a diputados, gestiones y cuestiones que corresponden al ejecutivo estatal o a los municipios. Uno de los máximos reclamos, es que los diputados prácticamente ya no regresan a los distritos que los llevaron al poder. Es difícil explicar y más difícil entender qué significa la división de poderes y cómo ésta tiene sus orígenes en las modestas urnas de un pueblo perdido en las complejidades del mapa y de la realidad.

A quien le parezca muy complicada la experiencia de Coahuila, quiero expresar: considero que ésa debe ser la normalidad de los sexenios locales; que cada quien cumpla con su deber de servidor público, sin pensar en el cargamento de dinero sucio que puede llevarse, al margen de sus principios, valores y de su gente.

Aunque no se crea, el desgaste cada día afecta más a los dueños del poder; por mucho que se escondan los subterfugios y trampas electorales que se usaron en los procesos, poco a poco salen a flote y se entiende que “con dinero baila el perro” y que “con mucho dinero, bailan muchos perros”.

Se dice que eso se hizo; que no somos iguales. También, que el PRI resucitará, pero sin los atributos: el vigor, la limpieza, la ética de sus orígenes revolucionarios. Resurgirá bajo un nuevo nombre, pero con idénticas actitudes de viejo. Ya, desde antes de renacer en todo su esplendor, tiene nombre: se llamará MORENA.

Mientras tanto, volviendo a lo nuestro: que ¿Sí, se puede? Claro que se puede. Si Coahuila pudo, todos podemos.

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