Home Nuestra Palabra Javier Peralta “Seremos memoria para alguien por un tiempo. Y nada más.”

“Seremos memoria para alguien por un tiempo. Y nada más.”

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“Seremos memoria para alguien por un tiempo. Y nada más.”

LAGUNA DE VOCES

Leo el trabajo de un compañero de la escuela de Periodismo: Sergio Mastretta.

Cuenta en una crónica, que desde el aula eran impecables, el campo de batalla en que se convirtió su propio cuerpo ante una enfermedad que se antoja todo, menos protagonista de un texto de lo que hoy se llama periodismo narrativo: los divertículos.

Sin embargo, cada espacio del trabajo denominado “Sobrevivir a los divertículos, esos falsarios señores de las máscaras”, y del que les dejo la liga: (https://mundonuestro.mx/content/2023-04-30/los-diverticulos-esos-falsarios-senores-de-las-mascaras-sergio-mastretta), es una oportuidad de conocer, en estos tiempos de los más de 60 años de vida, el siempre presente temor de que, después de todo, ya dimos el paso hacia el siguiente ciclo que no puede ser sino el de las despedidas por adelantado, en el momento justo y, en muy raras ocasiones, contar incluso de lo que acontece en la sala de hospital.

Al final seré también paisaje. Memoria para alguien por un tiempo. Y nada más”, anota Mastretta en el arranque de su diario de la enfermedad. “Soy campo de batalla y combatiente. ¿Cómo puede ser eso posible?”, se pregunta luego de reflexionar: “Afrontar la muerte. Puedes contemplarla desde la pérdida de tus amigos más antiguos, aquellos con los que jugaste béisbol con una pelota de esponja en el patio de la primaria del Instituto…”.

A todos, supongo, nos llega, cuando menos lo pensamos, ese aviso que tanto angustiaba a nuestros padres y hermanos mayores, pero que tomábamos a broma, porque hacer lo contrario angustia, entristece. Así que reírse de la inminente desaparición de un amigo, un familiar, siempre y cuando esté presente, sano y de buen humor, es uno de los mejores remedios para afrontar, cita Mastretta, la muerte, la enfermedad y la vejez.

De vocación cronista, pero sobre todo periodista, investiga a fondo y ofrece información amplia, larguísima, de lo que es la enfermedad que ha desatado una furiosa guerra en su cuerpo. Pocas veces un trabajo tan personal y verificable se había trasladado hasta la misma vida del autor, un acucioso investigador, viajero “a un país que construye su salvación”, otro de sus muchos textos.

El autor decide que, igualito que en la vida, la lucha por quedarse en ella es una guerra con muchas batallas, muchas de las cuales se sale airoso, y por eso, porque no es de las que dan por terminada la guerra, la sitúa en su nivel: “Mi guerra es más trivial, insignificante, como la de cualquiera. Contempla mi posible propia muerte por una enfermedad que pasa a cuchillo a muchísimos viejos de este mundo, la oclusión intestinal”.

Para fortuna de su familia, sus amigos, o los que simplemente fuimos sus compañeros de clases, la historia que cuenta es de victoria, de triunfo, en un testimonio contado en primera persona y de cuerpo entero, al detallar cada una de las Tomografías Axiales Computarizadas (TAC) que le fueron practicadas, y que al final comprobamos que, con todo y salir avante de la enfermedad, no dejó de impactar con obuses dirigidos con meticulosidad uno de sus flancos más débiles, no solo en él, sino en la mayor parte de los que vivimos en el país: su economía.

Un trabajo de esos que confirma con absoluta efectividad algo que ya sabíamos: nos hacemos viejos, aguardamos con lámpara encendida para impedir que nos asalte dormidos la enfermedad, que desde ahora veremos como una batalla de una guerra que ya empezó, y solo terminará cuando decidamos ondear bandera blanca, y aceptar una derrota largamente anunciada.

Mil gracias, hasta mañana.

Jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta