En México, ser “macho” es parte de un ridículo estereotipo de género al que hemos sido inculcados; casi una aspiración.
En su famoso discurso en las Naciones Unidas, la actriz Emma Watson manifestó su preocupación por la falta de participación de hombres en el movimiento feminista. Mucho de ello se lo achacó a los estereotipos de género: “Si los hombres no tienen que ser agresivos para poder ser aceptados, las mujeres no se sentirán obligadas a ser sumisas”, afirmó.
En México, ser “macho” es parte de un ridículo estereotipo de género al que hemos sido inculcados; casi una aspiración. Nos gusta reírnos cuando alguien más exhibe su machismo, confundimos el humor con la agresión y no reconocemos en muchas acciones el acoso. Todo ello es parte de un repertorio que nos hace falsamente creer más hombres. Al replicar estas conductas primitivas nos sentimos parte de una complicidad; desde adentro sentimos “hombrura”, desde afuera lo único perceptible es nuestra estupidez.
Hace unos meses, circuló un video en el que Hilario Ramírez, alcalde de Nayarit, le levantaba públicamente la falda a una mujer. Cuando Jorge Ramos lo entrevistó, el alcalde se mostró burlón hasta que Ramos le preguntó qué pasaría si alguien le hiciera eso a su madre. Entonces el rostro del alcalde se volvió serio, casi iracundo: “Con mi madre nadie se debe de meter, se lo digo con respeto”, fue su respuesta amenazante. La expresión del alcalde revela la doble moral que persiste en la sociedad: el machismo, que deriva en el acoso y la agresión, nos parece cómico o irrelevante hasta que afecta nuestro entorno.
En las últimas semanas han salido a la luz pública muchos casos de mujeres acosadas y violadas que comparten un mismo atributo: la impunidad. ¿Qué mecanismos tiene una mujer en México para defenderse? Los legalistas dirán que el sistema jurídico; pero decirlo sería aceptar que viven en un mundo de ilusión. Cuando el padre de Daphne Fernández supo que su hija había sido violada, una sola cosa le quedó clara: denunciar sería contraproducente. No es difícil adivinar que de no haber sido por el escándalo mediático, el caso de Daphne Fernández y Los Porkys no sólo se hubiera mantenido impune, sino que hubiera acabado criminalizando a la víctima. ¿Cómo saberlo? La impunidad de Mario Marín, así como la de los agresores de Yakiri Rubio, Andrea Noel y Gabriela Nava confirman el patrón de impunidad que perpetúa nuestro sistema jurídico.
El movimiento #HeforShe propone algo que debería ser una normalidad aceptada: el involucramiento de los hombres en las causas que normalmente se asocian con el feminismo. El tema de la desigualdad y la violencia de género es único porque nos impide nuestra habitual displicencia. Si en muchos temas nos es fácil lavarnos las manos, adjudicando la culpa a los otros, estos casos nos involucran a todos como sociedad y a los hombres en particular. En muchas formas hemos sido cómplices de esta situación inaceptable que viven las mujeres en México.
Ante ello, debemos hablar y actuar desde las diferentes trincheras. ¿Cómo aceptar que nuestras hijas vivan en un país que no les dará las mismas oportunidades que a nuestros hijos? ¿Cómo deslindarse de la responsabilidad que jugamos en que ello sea así? Debemos presionar para que el sistema judicial proteja a las mujeres y que reconozca que la violencia sexual siempre es culpa del abusador. Debemos exigir a los directivos de la televisión y de los medios de comunicación que acaben inmediatamente con las prácticas de objetivizar y sexualizar a sus trabajadoras, y con ello, perpetuar estas nociones. Debemos castigar las actitudes misóginas que presenciamos y practicamos. Y debemos, juntos, incidir en que la Ciudad de México arrope esta causa; que el jefe de Gobierno haga de ésta una bandera y garantice que en la ciudad las mujeres puedan vivir libres, seguras y bajo igualdad de condiciones que nosotros, los hombres. #HeforShe
@emiliolezama
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