Home Nuestra Palabra Prisciliano Gutiérrez ¿Séptima Constitución?

¿Séptima Constitución?

0

FAMILIA POLÍTICA

Ocho de cada diez miembros de las viejas generaciones, no tenemos elementos académicos para descubrir los valores que el breve texto encierra, en toda su grandeza. Somos ignorantes e indolentes. Por otra parte, los jóvenes están demasiado entretenidos con las redes sociales y las peripecias futboleras de México y Europa. No les preocupan “nimiedades”.

“La Constitución: evangelio laico que hombres libres
escribieron con valor y serenidad mientras escuchaban,
en la vieja ciudad levítica y conservadora, el monótono
susurro de sus fuentes coloniales y la risa jocunda de sus
campanas, otrora locas pregoneras de un clericalismo
utilitario y lacerante…”
Ignacio Ramos Praslow.

“Más del noventa por ciento de los mexicanos ignora el contenido de la Constitución que nos rige, pero sabe mucho de futbol”. En un artículo con el mismo tema, utilicé como epígrafe las líneas anteriores, las cuales no pierden vigencia.
    Vivimos tiempos de incertidumbre y turbulencia dentro del Estado mexicano. El tema de crear una nueva Constitución asoma como punta de iceberg, en las palabras del Presidente de la República, al conmemorarse ciento dos años de que, en Querétaro, se promulgara la vigente ley suprema.
    Sin ser constitucionalista ni arquitecto, es importante entender que la construcción de un Estado, es similar a la de un edificio: requiere previa elaboración de planos que ordenen la distribución de espacios, el destino de cada uno, las instalaciones, el tamaño y presupuesto que se les asigne, de acuerdo con sus objetivos… Es cierto, un albañil competente puede edificar, de manera pragmática, bajo el riesgo de crear un adefesio que, por desgracia, no se cae; lo mismo podría decirse de un país, cuyo gobierno tomara decisiones con base en ocurrencias, más que en estrategias.
    No existe Estado sin Constitución; como su nombre lo indica, ésta constituye, forma, estructura… el sistema de gobierno de acuerdo con la evolución histórica de la población y el territorio donde se engendra la creatura. En el caso de la democracia, el poder legítimo y legal radica en el pueblo. Por medio del sufragio directo lo delega en diputados a un Congreso Constituyente. Este órgano legislativo escribe, redacta y, previa promulgación, da vigencia a la nueva Ley Suprema. Repito: se llama Constitución porque constituye, crea, da vida jurídica al Supremo Poder de la República, el cual se divide para su ejercicio en: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Tres órganos distintos de un solo poder. Si se hace un parangón con la religión, son tres personas distintas y un solo poder soberano. Siguiendo la doctrina de Montesquieu, sólo el poder pone límites al poder.
    Durante trescientos años, la Nueva España fue Colonia, no Estado soberano. Su régimen jurídico se dictaba en la metrópoli; así se creó, por ejemplo, la institución conocida como Encomienda. En 1810 se inició la lucha independentista. En 1812 tuvo vigencia la Constitución Liberal de Cádiz, primera de las seis que están en la historia de nuestro constitucionalismo. Su espíritu liberal asustó a los conservadores, peninsulares y criollos; entonces, decidieron apoyar la causa independentista (que antes combatieron) y maniobraron para que el distinguido soldado realista Agustín de Iturbide, buscara en las montañas del sur, al último reducto del movimiento que iniciara Hidalgo y continuara Morelos: Vicente Guerrero. Con ellos nació de facto México, mediante el célebre Abrazo de Acatempan.
    Es muy importante destacar que Morelos redactó sus célebres “Sentimientos de la Nación”, que fueron bases para la Constitución de Apatzingán de 1814, la cual jamás tuvo vigencia.
    Fue hasta 1824, después de la locura de Agustín de Iturbide, quien se declaró “Primer Emperador de México”, cuando, bajo la presidencia de Guadalupe Victoria se vivió el nacimiento formal de una república democrática, representativa y federal.
    En 1836 se instauraron las llamadas Siete Leyes Constitucionales, de corte centralista. Años después, en 1843, las Bases Orgánicas de la República Mexicana, las cuales mantuvieron el mismo esquema, absolutamente contrario al Federalismo.
    Don Benito Juárez, al frente de la brillante Generación de La Reforma, reinstauró la Constitución Federalista de 1857. Con inspiración liberal, recuperó las instituciones republicanas.
    Después de la etapa maderista y de la Decena Trágica, Don Venustiano Carranza al mando del Ejército Constitucionalista, logró la salida de El Chacal, Victoriano Huerta y envió al Constituyente de Querétaro su proyecto de adiciones y reformas a la Ley Suprema del 57. El resultado fue una nueva Constitución que se aprobó en los términos de ley por la familia revolucionaria, en el queretano Teatro de la República.
    Muchas aguas corrieron ya bajo los puentes; reformas de todos tamaños en diferentes épocas y bajo distintos estilos personales de gobernar, conforman el actual perfil de mexicanidad al que aspiramos. Por desgracia, nuestro origen revolucionario se diluye día con día. Ocho de cada diez miembros de las viejas generaciones, no tenemos elementos académicos para descubrir los valores que el breve texto encierra, en toda su grandeza. Somos ignorantes e indolentes. Por otra parte, los jóvenes están demasiado entretenidos con las redes sociales y las peripecias futboleras de México y Europa. No les preocupan “nimiedades”.
    Una buena parte de quienes abordan tópicos constitucionales, menciona como exigencia impostergable ¡Que se cumpla la Constitución!  A riesgo de pasar por irreverente y sacrílego ante el “pueblo bueno y sabio”, me atrevo de decir que no se puede cumplir aquello que se desconoce.
    En otro orden de ideas, es una constante que todo orden jurídico nuevo, surge de un movimiento armado. Así lo vimos en la Independencia, la Reforma y la Revolución. No es el caso de lo que se autodefine como Cuarta Transformación.
    El único camino hacia un Estado de Derecho consistente, pasa por la educación, por desgracia, nuestras instituciones son deficientes, incapaces de formar generaciones críticas y constructivas. No soy pesimista; pretendo ser realista. No puede describirse un panorama luminoso, cuando sólo se perciben sombras.