–¿Qué cómo está la gente acá? –responde–. La gente está revolcá. La gente está brava con Obama. Se jodió el sueño americano. Imagínate tú lo que es eso acá.
Óscar es taxista. Tiene 28 años. Vive en Santa Clara, la ciudad donde reposan los restos de Ernesto Che Guevara. A él le da igual la política. No está ni a favor ni en contra del Gobierno. Ni todo lo contrario. Lo único que quiere es irse a EU a trabajar, ganar dinero y volver en unos años “pero pudiendo vivir bien”
Ya intentó una vez irse en balsa. Pero la balsa no apareció y Óscar se quedó mirando a EU desde la costa del Caribe. Seguía con la misma idea fija en el frontispicio de su cerebro. “Ir pallá”. Así de sencillo, así de difícil.
Siempre fue difícil. Ahora más.
“Tendremos que irnos como inmigrantes normales”
Otra prueba para el umbral de padecimiento cubano. La enésima.
“Ahora estamos embarcados”, continúa. “Ya no tenemos oportunidad de que nos den nada al llegar allá. Tendremos que irnos como inmigrantes normales”.
Dice tendremos porque Óscar, y muchos como él, no han caído a la lona.
“Si me pone una lancha delante ahora mismo me subo, aunque después llegue allá y me detengan y me viren de vuelta para acá”.
Óscar se enteró viendo las noticias del fin de la norma pies secos pies mojados, que daba acogida a todo cubano que pisase tierra de EU. “Me quedé perplejo, parado, fijo como una rana. Nadie se esperaba eso. Esto es lo más fuerte que le ha pasado a los cubanos, te digo, desde el Periodo Especial. Y de aquellas por lo menos a uno lo recibían allá. Ahora no. Se acabaron los inventos”.
Tantos cubanos deprimidos hoy. Los de Cuba que preparaban su salida. Los de EU que los esperaban. Los que iban de camino.
“Yo a mi país no regreso. Eso para mí sería una derrota enorme”.