PEDAZOS DE VIDA
Aunque no lo crean, nací en el seno de una familia católica tradicional, de aquellas que hacen dos viajes al año para visitar la Basílica de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México, y el santuario de la Virgen de San Juan de los Lagos en Jalisco. De aquellas familias que reciben santos para realizar el rezo del Rosario, y de aquellas que se saben las oraciones de memoria aunque no sepan a profundidad el significado de estas.
A mí siempre me inculcaron el respeto por los santos, las advocaciones marianas, y por el Dios que es tres veces Dios siendo uno solo. Los rezos y rituales, fueron parte esencial de mi infancia, sin embargo los velorios católicos son mis favoritos, no por la muerte sino por el ritual que implica y el cuadro que nadie se atreve a pintar todavía: los deudos llorando, las flores alrededor de la caja, los cuatro cirios escoltando el cuerpo, un chilacayote bajo la caja junto con la cruz de cal y el agua bendita, así como los huaraches del difunto, la vara de rosal y las 33 cruces hechas con palma de las que fueron bendecidas un Domingo de Ramos.
Y qué decir de la noche en que todos rezan, en que se va un rosario tras otro, mientras la familia del difunto reparte en cada intermedio pan y café a los que desinteresadamente van a cenar y también acompañar a la familia que ha sufrido la pérdida de uno o más seres queridos.
Con el tiempo he dejado de creer en varios dogmas, pero no dejo de admirarme de algunos rituales que prevalecen en las familias que aún practican el catolicismo. Me encanta el Día de Muertos, me gusta creer en el Día de Muertos, y también me gusta imaginar a los santos a Dios y las Vírgenes como humanos, como amigos, como seres que están a un lado para decirte que “ya la cagaste”, imaginar que te responden “te lo dije, eso te pasa por pendejo”, y no es grosería, a veces los humanos necesitan de dioses que sean cuates.
Sabemos que la mejor forma de comunicarse es en un mismo lenguaje, y pues si estos canijos están en todas partes, deben saber que la riqueza del lenguaje es basta, y a lo mejor ellos no son políglotas y ahí es donde la puerca tuerce el rabo pues hay gente que le reza al santo equivocado.
Hoy mientras escribo este pedazo de vida, que no sale de mi imaginación como otros, y que es una experiencia personal, miro la estampa de San Miguel Arcángel que me regaló mi tía Delfina, estampita enmicada que me sirvió una vez para abrir la puerta de mi casa y que evitó que me quedara afuera, la veo e imaginó que el cabrón del Miky (porque así le decimos los cuates), está a punto de clavar su filosa espada en la cabeza de algún político, pero no es así, a lo mejor para combatir ese mal se requiere más que una espada de metal…