RETRATOS HABLADOS

* La verdad nos habrá libres

La era de las redes sociales, los “influencers”, las “socialites” y otros engendros por el estilo, además de por supuesto los “youtubers”, generaron de manera casi mágica entre el ciudadano, la certeza de que nada es cierto en todo el sentido de la palabra, y que después de todo es posible vivir con verdades a medias o, lo que es peor, a la medida de cada persona. Nos acostumbramos a que todos tuvieran sus verdades muy particulares, y por lo tanto la mentira se enseñoreara del territorio nacional.
    Llegó a tal grado la incredulidad, que la aparición de un virus que arrasó prácticamente con países de Europa, fue interpretada por no pocos asiduos de las redes, como un posible invento, y decidieron sustentar esa visión del mundo en los dichos de influencers, socialites, youtubers, pero también en lo que se difundió en los grupos de whats a los que todos, de una u otra forma, estamos integrados.
    Y resultó lo que tenía que resultar, al cumplirse la maldición de Umberto Eco, cuando dijo: “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas. Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama del internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”.
    El hecho sustancial sin embargo es que llegamos al cierre del mes de marzo con lo que parece ser un irremediable desastre de salud, y el drama de quienes finalmente se han dado cuenta que el santo grial de la verdad que supuestamente habían encontrado en las redes sociales, no era tal. Cierto, hay más libertad que nunca para decir lo que a cada cual se le venga en gana, para ser parte de batallas campales en foros de opinión, ofender, difamar, calumniar, emitir opiniones doctas en temas de los que no se sabe maldita la cosa. Cierto, la costumbre absoluta del silencio, de la mentira en los medios tradicionales, hartó, convirtió en incrédulos a los que aun confiaban en la existencia de verdades.
    Pero el remedio salió peor que el mal.
    Y así nos encontramos con el escenario que hoy nos toca observar, vivir y padecer: dar por hecho que todo es falso, hoy mismo nos tiene en el camino de no asumir responsabilidades de ningún tipo, y el que se enferme, pues que se enferme del dichoso coronavirus.
    Será la realidad lapidaria la que nos coloque en el espacio de la realidad, de la dolorosa realidad. Ese puede ser el camino que ya empezamos a recorrer, el lamentable y terrible camino del dolor. Pero a veces parece que no hay de otra.
    Algo, sin embargo, será posible rescatar en todos estas semanas de zozobra y temor que viviremos: la capacidad de no volver a caer en la tentación de dividir todo el país entre los que piensan como yo, y los que no, y por lo tanto entre los que serán reconocidos y halagados por comulgar con mis ideas, y los que en automático son enemigos por no hacerlo.
    Al final del día, guste o no, volveremos al camino abandonado donde vivir no era una terna lucha de “buenos y malos”, “injustos y justicieros”. Ese escenario inventado es falso, porque a la fecha nadie reúne las características necesarias para situarse en uno de los dos escenarios.
    En tanto le pido que crea, que se cuide, que se mantenga en vela por sus seres más queridos. En tanto no desaprovecha la oportunidad de manifestar su entrañable amor por las personas que caminan a su lado, y si esto pasa, y si como lo deseamos el saldo no sea tan trágico como pensamos, mantengamos ese amor, ese absoluto y sentido cariño por todos los que pensamos que el destino nos podría impedir ver por ausencia propia o de ellos. Mantengamos la certeza de que la única verdad absoluta y siempre vigente, será la capacidad de amar la vida, y esto solo se logra a través de la verdad.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

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