RETRATOS HABLADOS

    •    Poder: el virus del que todos buscan contagiarse


Pasadas las semanas de confinamiento obligatorio por el virus del coronavirus, salvados por respetar la vida de nuestros semejantes, iluminados por haber sobrevivido cuando en otros países el número de muertes fue terrible, se pensaría que en el regreso a la normalidad seríamos testigos de cambios reales y profundos en las actitudes, en una nueva visión entre los que pelean por el poder en un estado como Hidalgo.
    Pero parece que desde ahora será preciso aceptar que muy posiblemente el ciudadano de a pie, el que un día decidió simple y llanamente encauzar sus energías para encontrar el camino a una vida que aspira a la felicidad, y por lo tanto a la de sus semejantes, ese personaje que somos casi todos sea el único que modifique su visión de las cosas.
    Estar cerca de la muerte, dicen, cambia radicalmente la forma como se conducen las personas, y muy generalmente a los que han tenido como única preocupación sus propias ambiciones; los hace generosos, desprendidos, seres humanos en todo el sentido de la palabra. A los prepotentes y fatuos, humildes en el buen sentido de la palabra. En fin, la cercanía del fin transforma a las personas.
    Sin duda así sucederá con el grueso de la población de la entidad, del país, y eso es bueno en todo el sentido de la palabra. Porque regresar a la actitud humana, es retomar el principio de todo, el principio de una nueva oportunidad para enderezar caminos, corregir errores.
    No será así para los que han tenido como único objetivo alcanzar el poder a cualquier precio, porque desde hace mucho tiempo que han perdido todo rasgo humano en sus acciones y en no pocas ocasiones han causado más daño que un virus.
    Están acostumbrados a arrasar lo que se pone en su camino sin respeto de ningún tipo, sin preocupación alguna ante mentiras que con mucha frecuencia pronuncian sin descanso. Gustan del escenario de guerra en que transforman cada una de sus apariciones en época de elecciones, porque todos serán sus enemigos, porque la ambición del poder los ha transformado a tal grado que son irreconocibles.
    Ellos fueron contagiados por el virus más poderoso del que se tenga memoria en la historia de la humanidad: el poder. Y no precisamente contagiados en contra de su voluntad. Por el contrario, aspiraron y suspiraron durante años y años, hasta que un día se levantaron con la novedad que presentaban todos los signos de contagio.
    Lejos de lamentarlo, lo celebraron y hasta un nutrido grupo de seguidores se apostaron a la entrada de su casa para pedir, suplicar que los contagiara. Estuvieron durante siete días y siete noches hasta que el iluminado salió a la puerta de su hogar y con dedo flamígero señaló a uno, dos y tres. Los demás suplicaron, lloraron; pero nada.
    Los seleccionados gritaron de alegría, se mesaron los cabellos con singular histeria.
    Al otro día tanto el iluminado como los escogidos eran otros. De la noche a la mañana ya mandaban a éste, al otro, ya exigían obediencia ciega y absoluta. De la noche a la mañana eran otros.
    Hoy, con la emergencia de salud que vivimos, los grupos políticos de siempre no han detenido sus confabulaciones, sus acuerdos en “lo oscurito”, para buscar apoderarse de la mayor parte de alcaldías en las próximas elecciones. Juran ser inmunes a virus biológico alguno, juran que ya en su poder, el Poder Legislativo, se apoderarán de toda la entidad. Juran que no están enfermos, pero sí están enfermos… muy enfermos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
    

Related posts