* El poder es eterno… mientras dura
El poder es eterno mientras dura.
Partamos de esta frase modificada del cantautor español Ismael Serrano y así podremos entender la locura que aqueja a la mayoría de políticos del país, que lo mismo manejan grupos nacidos dentro de un partido, que en una universidad pública. Saben, porque no son ningunos ingenuos, que el control del que presumen, porque nada se hace sin su autorización, es efímero; pero lo viven como si nunca fuera a acabarse.
En Hidalgo hemos visto este proceso con el fin hace ya algunos años del Grupo Huichapan, cuyo origen central fue el ex gobernador Javier Rojo Gómez, quien logró presencia absoluta hasta la nominación de Adolfo Lugo Verduzco, para languidecer en las postrimerías del sexenio de Jesús Murillo Karam.
Sin duda el esplendor de la herencia de Rojo Gómez fue con su hijo Jorge Rojo Lugo, quien estableció un proyecto de poder que sin embargo empezó a declinar no sin ganar el respeto, aunque no obediencia absoluta, de sus sucesores inmediatos.
Logró, pese a lo anterior, cimentar la estructura que de un modo u otro tuvo en sus manos el Poder Ejecutivo, además de realizar labores de visor, tal como en el deporte, para buscar futuros valores de la política que en ese sentido le deberían todo o casi todo, lo que aseguraba lealtad en el mismo tenor.
Rojo Lugo fue ante todo un excelente visor, capaz de reconocer talento o liderazgo donde otros jamás lo vieron. Imposible negar que fue el primero en observar el talento de Murillo Karam, considerado para estos momentos un baluarte fundamental de la ideología en la mejor tradición del priísmo nacional.
Sucedió lo mismo con un líder estudiantil por el que apostó aun en contra de la opinión de muchos de sus allegados. Lo convirtió en dirigente del sindicato burócrata y decidió que podía ser en un futuro muy lejano, una carta importante para el ala dura del tricolor.
Uno ya fue gobernador del Estado y su presencia en el plano nacional fue constante. Pero más allá de los cargos, confirmó que sí, que era uno de los cuadros más importantes en la conformación de la ideología que todavía a estas fechas puede rescatar y revivir al Revolucionario Institucional. Pocos, tal vez nadie, podría negar la valía intelectual del realmontense.
El otro, Gerardo Sosa Castelán, logró convertirse en el poder fundamental en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, institución educativa que, hay que reconocerlo, transformó y convirtió en una de las más importantes del país pese a todos sus asegunes.
El primero supo entender que el poder que se asume como si fuera eterno se convierte en una enfermedad de la que pocos logran salvarse. El segundo decidió que estaba señalado por el destino para sucederlo en el cargo, y empezó a creer de manera definitiva que el poder es eterno… mientras dura, pero ese mientras lo transformó en eternidad.
Cada cual por supuesto puede tener su opinión acerca de ambos personajes ligados por las circunstancias al trabajo conjunto, y posteriormente la separación definitiva.
Uno fue gobernador y luego de dejar el poder decidió no volver a aparecer en la escena local, ni tampoco ejercer presión para intentar gobernar a trasmano.
El otro ha superado los 30 años como única y absoluta autoridad en la universidad que logró hacer grande, pero que bajo ninguna circunstancia puede sobrevivir a un cacicazgo que atosiga, lastima y frena la libertad de pensamiento de sus estudiantes, maestros e investigadores.
No dejar el poder a tiempo puede transformar una obra amplia y reconocida, en un mausoleo sin sentido y sombra tenebrosa de lo logrado.
Mil gracias, hasta el próximo martes ya que el lunes DIARIO Plaza Juárez no aparecerá por ser día de descanso obligatorio.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta