• El peligro de olvidar los
caminos del diálogo
Los hechos violentos registrados el día de ayer en la capital del Estado de Sinaloa, Culiacán, deben llevarnos por necesidad a una profunda reflexión en torno a lo que pasa en una sociedad cada vez más acostumbrada a una realidad que incluye la muerte como un hecho cotidiano, y al uso de la violencia para dirimir cualquier desacuerdo.
Por supuesto en hechos donde tiene que ver la delincuencia organizada, no se puede solicitar que las autoridades militares y policiacas convoquen al diálogo a quienes del crimen han hecho su única moneda de cambio. Al contrario, será necesario exigir una acción definitiva, decidida para que con el uso legal de la fuerza que la Constitución otorga al Presidente de la República, se encare con inteligencia lo que ya es un verdadero ejército del crimen organizado que cuenta con armamento del mismo nivel de las Fuerzas Armadas.
Sin embargo la reflexión deberá llevarnos revalorar el trabajo político como la única vía para la solución de conflictos, y empezar a observar la necesidad de no tomar a la ligera los últimos acontecimientos en nuestra entidad, donde el más importante escenario en la materia que es el Congreso registra un continuo incremento en las acciones rijosas que no conducen a ningún lado.
Por supuesto hay personajes que a trasmano atizan el fuego, porque a nadie conviene más la situación que a quien ha decidido tomar como base de operaciones el Poder Legislativo para su conveniencia; y si no lo cree, solo es cuestión de esperar unos días para observar las acciones que ordene para trabar, y en su momento reventar el Presupuesto de Egresos del gobierno estatal que llegará en unas semanas.
Pero, y pese a todo lo anterior en que es cotidiana la manipulación de un grupo político que usa y abusa del partido político del Presidente López Obrador, es necesario levantar la voz porque bajo ninguna circunstancia se pase de la discusión en tribuna, del debate reflexivo, al uso de la fuerza para dirimir desacuerdos. Es fundamental hacer votos porque en todo momento sea la inteligencia, la capacidad de mantener el diálogo, la única vía para buscar acuerdos.
Bajo ninguna circunstancia el destino completo de un Congreso puede depender de los vaivenes personales que pueda registrar el presente y futuro político del líder real de los Morenistas, sean sus propios empleados que colocó como legisladores o los verdaderos militantes de ese partido. Al final de cuentas son los hechos los que definen la verdadera militancia de un representante popular: bien sea a las órdenes de un patrón, o de quienes votaron por ellos.
Y sin embargo el factor fundamental es que las no coincidencias logren siempre arreglarse con base al ejercicio político, lo que implica la polémica, la discusión civilizada, la capacidad de anteponer el interés común antes que la particular o de grupo.
No podemos aceptar que lo acontecido en Culiacán sea simplemente un hecho trágico. Es, así lo debemos observar, el punto culminante de la cultura de la violencia, la intención de establecer en el terror y la violencia la idea de que ese es el camino verdadero y único.
Y en todo lo anotado será fundamental evitar hacernos cómplices de la tarea de atizar el fuego, porque cuando todo se incendia ya nadie se hace responsable, y los únicos que pagan las consecuencia son los civiles, la población, los que poco o nada tienen que ver en las disputas por el poder.
Un hecho lamentable el registrado en Culiacán, una muestra palpable de que el crimen organizado está, sí, efectivamente organizado y con recursos amplios para contar con armamento de alto poder.
Un hecho que no pude resultarnos ajeno, porque crispar aún más el de por sí enrarecido ambiente de la Cámara de Diputados solo puede beneficiar a un grupo político bien identificado, y que en una de esas no dudará en llevar a otra nivel los desacuerdos.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta