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RETRATOS HABLADOS  

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¿Habrá tiempo para rescatar el verdadero sentido de la política?

El problema radica en que la dirigencia de Morena en Hidalgo, habría dado con su silencio, el visto bueno para que un grupúsculo consiguiera el poder

            Por supuesto que pueden manejar justificaciones para el intento de toma por asalto del Congreso de Hidalgo como aquello de “somos mayoría y no vemos de qué se espantan, si el PRI hacía lo mismo”. Es, sin duda, argumento válido para un grupo político que nada tuviera que ver con el Presidente López Obrador, cuya búsqueda fundamental es romper con toda esa cultura que implicaba el uso de estrategias ruines y bajas, pero efectivas. Poder es poder, y para conseguirlo se vale de todo, dirían.

            Sin embargo, en este estilo gansteril de entender el ejercicio de la política, sin duda el único que han conocido durante toda su vida, las huestes del Presidente del Patronato de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, han dado por hecho que los tiempos son los mismos, y que, luego entonces, en caso necesario también recurrirán al uso de la fuerza porque el diálogo y los consensos los tienen sin cuidado.

            El problema fundamental radica en que la dirigencia de Morena en Hidalgo, su militancia, sus líderes naturales, habrían dado con su silencio y apatía, el visto bueno para que un grupúsculo que se apoderó de un movimiento nacido de la lucha casi eterna de su creador contra las imposiciones, los mayoriteos, la incapacidad del diálogo del tricolor -que por eso cayó en la lona-, hagan uso de las peores y más patéticas estrategias en aras de conseguir un objetivo central y único: el poder.

            De triunfar en su estrategia, estaríamos no solo ante un partido secuestrado y puesto en contra del propio Presidente de la República surgido de sus filas, sino del triunfo de las estrategias más rupestres y alejadas del sentido pleno de la democracia. Nadie se espantará porque ha sido una constante en la historia política del país que quien se erija con la victoria, “haiga sido como haiga sido”, no sea el que tenga un sentido humano cierto, sino el que con audacia y el uso de lo que sea necesario, logre sus objetivos.

            Por eso el país está como está, porque de pronto los ciudadanos en general e incluso los que tienen una mayor capacidad para ejercerla, decidieron alejarse de todo lo que tuviera un tufo a política, y lo más lamentable es que se dejó en manos de los que por su nivel intelectual poco o nada harán para una eventual evolución de su actividad.

            Lo que observamos con el intento de “madruguete” para hacer que se van, pero se quedan con el manejo del Poder Legislativo por parte de un grupo como el de la universidad, ante la actitud timorata y por momentos cobarde de los verdaderos morenistas, tampoco es un invento de gran mente maquiavélica.

No, es simple y sencillamente la repetición de lo aprendido en las épocas de gloria priístas, y por lo tanto cuando el ejercicio del poder tocó las altas cumbres de la mentira y la hipocresía. Así que tampoco podemos hablar de un genio maquiavélico y maléfico de la política. No, apenas una simple imitador de los personajes más siniestros de aquellos tiempos.

El asunto sin embargo es que estos hechos se registran justo cuando uno de los movimientos sociales más antiguos y persistentes logró llegar a la Presidencia de la República, cuyo principal argumento es que la política que se ejerza será la que busque el entendimiento, la concordia, los consensos, el diálogo como elemento real para lograr acuerdos (nada que ver con la burla del aún Presidente de la Junta, Ricardo Baptista, quien con sorna advirtió “diálogo y más diálogo”).

No está en juego el destino de un grupúsculo que puede o no lograr sus objetivos, sino la imposibilidad para que en un futuro y tal vez en una de sus primeras ocasiones, se logre que la política bien entendida, en la mejor de sus acepciones, recupere el prestigio, el nivel que siempre han esperado los ciudadanos.

 

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta