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RETRATOS HABLADOS

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* Conozco a esos plebeyos, ¡soy uno de ellos!

Dice la canción que canta Joan Manuel Serrat: “ La gente va muy bien en cualquier acto público para llenar la cancha y hacer la ola. La gente va muy bien para ilustrar catálogos, para consumir mitos y seguir la moda. La gente va muy bien para construir pirámides, para tirar del carro y hacer el amor. La gente va muy bien para formar ejércitos y para dar ambiente ¡Viva la gente…! La gente va muy bien para contarles cuentos, para darles porrazos y venderles ungüentos. La gente va muy bien… La gente va muy bien para decir que «SÍ» para decir «AMÉN». La gente va muy bien como ejemplo de bípedo que llora, se enamora y usa zapatos. La gente va muy bien para suscribir pólizas, acatar las consignas y pagar el pato. La gente va muy bien como dato estadístico, anónimos comparsas de este culebrón. La gente va muy bien yo puedo asegurárselo. Conozco a esos plebeyos… ¡Soy uno de ellos…!”.
    Una inmensa mayoría formamos ese grupo de apoyo escénico que nunca toma decisiones, que simplemente está destinada a llenar la cancha, hacer la ola, marchar por las calles, recibir porrazos y untarse los ungüentos que luego le venden los mismos que ordenaron surtírselos.
    Es un papel asignado quién sabe en qué agencia de los destinos, pero que cumplimos con singular alegría porque aceptamos que la vida es así, que pese a todo vale la pena, porque también la canción de Serrat termina así: “La gente va muy bien para enjugar las lágrimas, para darse un abrazo y entrar en calor. La gente va muy bien para vencer obstáculos, para darnos sorpresas, recobrar la memoria y emplear la cabeza para cambiar la historia y unidos buscar el camino que lleva al Edén. La gente va muy bien”.
    Y en muchos sentidos a una gran mayoría gustó la ceremonia del Grito de Independencia presidida por Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, porque el hombre de pelo cano bien pudo coincidir con el compositor español: “La gente va muy bien yo puedo asegurárselo. Conozco a esos plebeyos… ¡Soy uno de ellos…!”.
    Ahí podemos encontrar la emoción de multitudes al verlo en el balcón presidencial, al recibir la bandera de manos de cadetes del Colegio Militar en Palacio Nacional. Porque todos se vieron reflejados en el tabasqueño, y de alguna manera estuvieron seguros que por vez primera uno de ellos ondeaba la bandera nacional, tañía la campana de Dolores y gritaba Vivas a México. No era el encumbrado empresario panista como Fox llegado a ese cargo disfrazado de hombre populachero, tampoco el iracundo Calderón, menos el niño rico Peña Nieto. Era, es uno de ellos, semejante, surgido de la derrota constante, fruto de los robos electorales.
    Para muchos era algo imposible que sucediera, pero sucedió y en ello radica que como pocas veces haya sido una ceremonia del Grito tan sensible para las muchedumbres, para la gente que menciona Serrat, que esta vez no fue aporreada ni usada como simple escenografía.
    Y eso cambia en mucho las cosas.
    Con esa simple invitación indirecta a pensar que todos estuvieron en el balcón presidencial, la partida se da por ganada. Porque en México siempre pierden los mismos, los que hasta históricamente ya se acostumbraron a esa situación.
    Ocioso sería mencionar los absurdos comentarios de un cínico como Fox, otro igual o peor como Calderón. Al fin la ideología de los panistas de rancio abolengo se mantiene.
    Pero esta vez la gente se sintió a gusto, con todo y que también llenaron una plaza, con todo y que tal vez se hayan convertido en comparsas de un nuevo culebrón, pero esta vez con uno de ellos mero arriba, en el balcón presidencial.

Mil gracias, hasta mañana.

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@JavierEPeralta