RETRATOS HABLADOS

* Política: no actuar, simplemente ser

A lo largo de mucho tiempo nos hemos acostumbrado a pensar y aceptar, que el ejercicio de la política está reducido a un selecto grupo de hombres y mujeres, poseedores de una inteligencia única, una intuición privilegiada y un carácter propio de verdaderos dioses y diosas de la mitología griega.
Nada hay más alejado de esta concepción de la política y sus protagonistas, porque al final de cuentas es una de las actividades más humanas que se puedan concebir, y por lo tanto dependerá en su ejercicio de la naturaleza de quien la ejerza.
Por supuesto es necesaria la preparación y la inteligencia, pero al final del día es la propia persona quien finalmente lleve al actuar político lo mejor o lo peor de su naturaleza. Pensar que quien se dedica a esta actividad deberá ser uno en el escenario, y otro diametralmente opuesto en la vida cotidiana, es un error que se comete con bastante frecuencia, aunque en muchos casos es posible ver esta disociación de la personalidad.
Porque algunos y algunas, muchos-muchas, están seguros que el padre de familia, el hermano, el hijo, el tío, necesariamente nada deben tener que ver con el que desempeña un cargo de elección popular, que uno es uno, y otro es otro, así de simple y absurdo.
Se trata de una actuación, y entre más puedan diferenciar al de la vida cotidiana del que resulta ser un histrión de alto nivel, creen que el resultado será mejor.
Empiezo a pensar que no debe ser así, que el padre, la madre de familia, ejercerá de mejor manera su cargo cuando decida no renegar de lo que es, de lo que representa el orgullo legítimo de practicar la política en su mejor acepción, es decir en la tarea de servir a sus semejantes.
Nadie sale de la casa disfrazado para trabajar. Sería un absurdo y tendría como explicación la gran vergüenza que provoca su tarea diaria para ganar el sustento familiar.
Cualquier persona en su sano juicio, entenderá que a toda costa pretender separar el carácter natural que se lleva en el hogar, del que se aplica en el trabajo es una tarea lamentable que acaba por confundir a cualquiera.
A todo lo anterior viene la constante de que todos, o casi todos los habitantes de este planeta, pretendemos hacer el bien a quienes nos confiaron alguna responsabilidad. Aunque evidentemente hay los casos que el objetivo es todo lo contrario, aunque eso habla de una severa enfermedad mental.
Existe, pues, la pretensión de ser personas buenas, la intención, una incesante búsqueda. Y el bueno político sin duda que fortalece sus intenciones en la calma y paciencia de su propio hogar, junto a los que ama y seguro ama.
Por eso parece preciso el instante, el momento en que dejemos de pensar que solo es asunto de una casta selecta de personas, y que tienen un carácter único para enfrentar toda la problemática que les toca atender.
Sucede lo mismo con los niños, los adolescentes.
Cuando usted se atraviesa en el camino de un adolescente, un joven que conduce con singular agresividad su automóvil último modelo porque lleva prisa para llegar al bar con sus amigos de igual calaña, entenderemos que esa prepotencia y altanería no hacen sino reflejar el clima de violencia que viven en sus hogares, si así se puede llamar al lugar donde viven, con todo y los lujos de estar en una zona privilegiada.
Lo mismo pasa con los políticos, que no hacen sino reflejar en su ejercicio de poder lo que abrevaron en sus casas de niños, jóvenes y adultos, y lo que hoy mismo inspiran en sus descendientes.
Por eso la política, su ejercicio, deberá estar abierto a mortales simples, sencillos, pero fundamentalmente sensibles, creadores de un primer escenario que es el lugar que habitan con los que ama y lo aman, y que seguramente les permitirá, ya en el poder, simplemente buscar el bien de sus semejantes.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
    

Related posts