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RETRATOS HABLADOS

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* El poder en manos de arlequines

Buena parte de las personas que integran una sociedad decidieron hacerse a un lado en el manejo del poder, en la organización de su comunidad o en la elección de sus líderes. Dan por hecho que es una tarea que no merece su atención y que solo es asunto de los que ansían el poder o quieren ganar dinero sin hacer nada. Cuando descubren que se trata de hacer política, de manera inmediata lo identifican con la corrupción  y un trabajo que es sucio de origen. Los políticos, así las cosas, son sucios, deshonestos, inescrupulosos e hipócritas.
    Desde el plano más simple, como es la conformación de la mesa directiva que representará a los habitantes de una privada habitacional, hasta el complicado que tiene que ver con el país entero, los únicos que participan, discuten, analizan, son los que “seguramente ambicionan dinero y poder”, según los que “justamente por esa razón” prefieren hacerse a un lado, “porque yo no soy igual de corrupto que ellos, pero alguien debe hacer el trabajo sucio”.
    De este modo aparecen en el terreno legislativo como el de Hidalgo, verdaderos engendros de la estulticia, pero que investidos del poder que otros miran con desdén y burla, impactan en la vida de las mayorías.
    Representantes populares sin preparación, inescrupulosos, capaces de copiar iniciativas para pavonearse en la tribuna; carentes incluso de sentido común, pero con una charola que confirma su pertenencia a tal legislatura.
    Hemos dejado desde hace mucho tiempo el manejo de nuestros destinos a una turba de ignorantes, carentes de una mínima cultura que permita hacer realidad los sueños de las mayorías. No, difícilmente hay ideales donde solo importa el disfrute sin merecerlo del poder, el gozo de una buena vida inmerecida, el discurso hueco y sin contenido pero lleno de disposición al sacrificio total por el bien de los más.
    Sería prudente que muchos de los que dan por sentado que ellos no correrán el riesgo de ensuciar su plumaje para cruzar el pantano, recapaciten y observen la necesidad imperiosa de que la estulticia no sea la única carta de presentación valedera para quien logra colarse a una Cámara de Diputados o cualquier cargo de elección popular.
    Haber delegado en una comunidad de ignorantes el uso del poder ha costado mucho a todos. Sin duda la política como se ha manejado en esta historia de usos y costumbres ha transformado todos los escenarios en lodazales. Es cierto, la suciedad abunda. Pero nadie rescatará esos espacios si los que se consideran habitantes del Olimpo de la sabiduría, no deciden que ya es tiempo de echar a los que ni representan a mayorías, ni saben maldita cosa de la política, y ni siquiera son sensibles al dolor ajeno.
    Las cosas no pueden seguir por el mismo rumbo. Simplemente no es posible que el camino siga la misma vereda.
    Por eso y más allá de constantes interpretaciones de la realidad, análisis profundos e insondables, es el momento de que la realidad sea transformada por los mejores, los que han dedicado su vida a la preparación.
    Es tiempo de que el poder sea manejado por la inteligencia.
    De que el poder recupere su razón de ser, que nunca fue el beneficio de quien lo tenía en sus manos.
    El poder es una responsabilidad, un compromiso con la vida misma.
    Es tiempo de que recupere su razón de ser, y se quede en manos de quien lo merezca merced al trabajo, capacidad e inteligencia.

Mil gracias, hasta mañana.

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@JavierEPeralta