• Política, el regreso a manos del ciudadano
Hemos de ser realistas cuando descubrimos que un conflicto político en que se habrá de definir el futuro de la Casa de Estudios más importantes del Estado, la verdad poco le importa al grueso de la ciudadanía, que da por sentado que en esos asuntos ninguno tiene la razón y que son “peleas de los de allá arriba, que a mí ni me benefician, ni me perjudican”. Nos damos cuenta que la absoluta desconfianza en esas tareas de pocos que definen el futuro de muchos, ha llevado a uno a apartarse lo más lejos posible de los que tienen por vocación y trabajo la tarea política.
Por alguna misteriosa razón habíamos creído que el triunfo de una nueva alternancia en el poder presidencial, daría como resultado una sociedad menos huraña hacia lo que hacen los que manejan el poder, los que defienden su parcela en esos terrenos con bravura canina, y los que afirman que con ellos todo cambiará. Pero no es así.
Solo como ejemplo, la investigación que arrancó la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda contra el grupo político que controla la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), por haber incurrido en presunto lavado de dinero, parece solo interesar a columnistas de periódicos, los indiciados y los que han visto por momentos la posibilidad de ser utilizados como “escudos humanos” por los que manejan el poder en la institución educativa.
Sería muy diferente si de alguna manera la sociedad en su conjunto se interesara o fuera interesada en un asunto tan importante, porque de alguna manera lo que resulte afectará directa o indirectamente su futuro. Una sociedad mejor informada puede decidir, opinar, presionar para llegar a conclusiones en dos sentidos: que el grupo político que maneja de forma caciquil la UAEH se vaya, o todo lo contrario, que sean declarados inocentes e inmaculados cual blancas palomas, y sigan digamos otros 40 años con el manejo a su entero gusto de la universidad.
El poder de una sociedad bien informada es absoluto, y por ser un poder que se sujeta al visto bueno de una inmensa mayoría, tiende a no convertirse en una enfermedad, porque no recae en una sola persona o grupo de personas.
Sin embargo el hecho sustancial es que por salud mental la ciudadanía se ha acostumbrado a tener una participación mínima en asuntos que consideran propiedad de “esos que son políticos”.
El gran reto que hoy mismo vive el país es que poco a poco se recupere la buena fama del quehacer político, que los ciudadanos observen que efectivamente dicha tarea, la política, no es para todos y sí en cambio para los que se han preparado con estudios, con trabajo honesto y decente, y sobre todo resultados. Lo anterior no quiere decir que no habrán de tener participación alguna. Por el contrario.
El ciudadano participa cuando le interesa, cuando sabe que se habrá de decidir un futuro que le afecta, para bien o para mal.
Pero el hecho es que por el momento se trata de un terreno en el que solo ponen sus ojos los que escriben, analizan o hacen que analizan, los que participan por un cargo, los que ha encontrado una distracción cuando menos en observar las pugnas por el poder.
Poco a poco la política, en su mejor acepción, deberá regresar a ser parte del ciudadano que con su aprobación o desaprobación, podrá guiarla por mejores rumbos.
Tarde o temprano.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta