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RETRATOS HABLADOS

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* De la violencia verbal a la violencia física

El 23 de marzo de 1994, a la edad de 44 años de edad, Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato priista a la Presidencia de la República, fue asesinado.
    Durante una transmisión en vivo que realizó el periodista Jacobo Zabludovsky, Octavio Paz advirtió de algo fundamental, que a la postre se cumplió al pie de la letra: “estamos en un momento que anticipó la violencia verbal e ideológica, porque es muy fácil pasar a la de tipo físico”.
    Estar en la antesala de una violencia generalizada preocupaba al Premio Nobel de Literatura mexicano, anticipaba algo que hoy mismo padecemos por dividir radicalmente a una ciudadanía entre los “buenos” y lo “malos”; entre los que tienen una ideología falsa y otra certera.
    Tenía razón cuando observamos hoy mismo el país que nos toca vivir, donde la muerte es un elemento común, constante, ya imposibilitado para despertar nuestra atención o por lo menos respeto a la ausencia del semejante que un día antes aún respiraba y era parte del mundo.
    Tenía razón porque como nunca pulula la certeza entre la ciudadanía de que unos están equivocados radicalmente, y otros poseen la verdad absoluta, “porque así lo determinó una mayoría” que por ese simple hecho, ser más, son poseedores de la única versión real de la vida.
    De manera cotidiana somos presa de la violencia verbal e ideológica, y por desgracia también hacemos presa a nuestros semejantes de esa violencia porque pensamos diferente, porque damos por hecho que el otro está equivocado y nosotros no.
    De tal modo que estamos a un paso de que la violencia, hoy potestad del crimen organizado, de pronto brinque a la sociedad civil y empecemos a mirarnos unos a otros con recelo, luego con odio y finalmente pasar a la violencia física.
    Hoy mismo, por la simple y sencilla razón de que son más, de que pueden mayoritear lo que se les ocurra, o lo que les sea ordenado, los diputados de Grupo Universidad-Morena, se erigen como autoridad para decidir el futuro de todos los hidalguenses, sin poder explicar cuando menos el porqué de su proceder con el manejo de recursos económicos; sin poder dar una respuesta cuerda al papel de sumisión que decidieron aceptar ante un grupo político que los maneja a su antojo.
    Personajes que en algún momento no pocos consideramos ejemplo de lucha honesta en la izquierda hidalguense como Ricardo Baptista y Tatiana Ángeles, hoy simplemente evocan en la memoria de quienes los conocen, un dejo de nostalgia por tiempos pasados cuando sus acciones eran producto de un interés real por los ciudadanos, no por una persona a la que deben defender a costa de todo, incluso su propia dignidad.
    Dos casos con historia en la verdadera militancia de izquierda, porque de los demás, inventos del Santo Patrono universitario, poco había que esperar, como no fuera la sumisión absoluta al que los puso en una curul.
    Y por esa razón, por la pérdida de un pensamiento propio, que en algún tiempo siempre fue ligado al razonamiento analítico, al menos en Baptista y Ángeles, es que se desemboca en las posturas de vándalos que poco o nada tiene que ver con ellos; en las amenazas, en la incapacidad para razonar antes que injuriar al que tienen enfrente; en el seguimiento puntual del pensamiento porro: “para qué perdemos tiempo en discutirlo si lo podemos arreglar a madrazos”.
    Con todo y que el pensamiento de “abrazos, no balazos”, la cruda realidad es que como nunca el país se encuentra dividido, porque la mayoría cree tener la razón en todo porque son más; porque igual que la masa que lincha irracionalmente, son capaces de la misma acción con quien se atreva a cuestionarlos.
    Porque es cierto lo que dijo Paz, y de la violencia verbal a la de tipo físico, apenas hay una franja que marca el límite.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    Personajes que en algún momento no pocos consideramos ejemplo de lucha honesta en la izquierda hidalguense como Ricardo Baptista y Tatiana Ángeles, hoy simplemente evocan en la memoria de quienes los conocen, un dejo de nostalgia por tiempos pasados cuando sus acciones eran producto de un interés real por los ciudadanos, no por una persona a la que deben defender a costa de todo, incluso su propia dignidad.