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RETRATOS HABLADOS

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  •    El origen real de la tragedia en Tlahuelilpan


Cuando escribo esta columna, ya suman 85 los muertos por la tragedia ocurrida en Tlahuelilpan, y muy posiblemente la cifra se eleve aún más en las próximas horas o días. Es casi imposible sobrevivir a un infierno que se generó al prenderse miles de litros de gasolina, donde muchos de los hoy difuntos prácticamente estaban sumergidos en un río de combustible para llenar garrafas, tambos, y todo lo que estuviera a la mano.
    Cada cual tendrá su propia visión de los hechos: que si por la pobreza, que no porque esa versión de quien no conoce la región es parcial, que finalmente eran personas con recursos económicos pero vieron la posibilidad de hacerse de gasolina ante el desabasto; que la delincuencia organizada tiene mucho que ver en el asunto y pudiera ser en última instancia responsable de atraer a una multitud luego de “picar” el ducto y ya arremolinados, provocar el incendio. En fin, cada cual tiene su visión de los hechos.
    El hecho sustancial es que son muchos, demasiados los que murieron de una manera trágica, y que durante años y años, habían considerado el robo de gasolina como una actividad normal, y parte de una actividad que les permitía agenciarse recursos económicos extras. No todos por supuesto, tal vez incluso sean los menos que en esta ocasión entraron a lo que parecía ir a un día de campo y poder llenar el tanque de su vehículo.
    Sin embargo era una actividad que por un lado hacían y hacen a gran escala delincuentes con pipas y bodegas, y por otro los que sí aparecían siempre en las fotografías con garrafas donde no caben más de 20 litros. Es decir, los que no dan la cara son al final de cuentas los responsables de este tipo de hechos, y con ellos nos referimos a la delincuencia organizada, en últimas fechas cabezas de este gigantesco negocio. Los otros, los que siempre se ven con bidones en la tarea de ordeñar las tuberías, no.
    Esta es una historia donde, como siempre, pagan los más jodidos, los que saben que la historia no cambiará para ellos, al menos por el momento. Es una tragedia en todo el sentido de la palabra.
    Poco o nada podrían haber hecho los soldados asignados para alertar a los ciudadanos del peligro que corrían. Ya en otra ocasión, una multitud ha casi linchado a militares que se han opuesto de manera decidida a que se acerquen a los arroyos de gasolina, ha provocado reacciones por parte de quienes han tenido que disparar al aire para evitar ser agredidos, y finalmente huir, de quienes les gritan: “¡déjennos trabajar!”.
    No, robar gasolina no es trabajar y esto todos lo sabemos. Pero exponerse a perder la vida de una manera tan cruel, también habla de necesidad.
    El asunto radica sin embargo en las bodegas que existen montadas encima de los ductos, donde con toda tranquilidad grupos delincuenciales no “pican”, sino que colocan con toda la técnica del mundo, válvulas para llenar pipas y pipas con el combustible. Ahí está el verdadero problema, y también el origen de esta tragedia que en definitiva no habría podido ser evitada ni por soldados ni por nadie, si el objetivo del crimen organizado era desatar la ira de la ciudadanía al propalar la versión de que todo fue culpa del desabasto de gasolina.
    No, son ellos, los delincuentes de cuello blanco, o no tan blanco, los responsables directos de esta tragedia.
    Algo aprendimos: la muerte ronda de una manera o de otra los ductos de PEMEX. Acercarse es casi un suicidio, y pensar que es un día de campo a donde se pueden llevar incluso niños, un error mortal.
    Descansen en paz los 85 muertos de Tlahuelilpan, y seamos inteligentes para ver más allá de las desgarradoras imágenes que en muchos sentidos nos hizo ver a la muerte de frente, en el momento justo que se llevaba a un semejante.
    
Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    Sin embargo era una actividad que por un lado hacían y hacen a gran escala delincuentes con pipas y bodegas, y por otro los que sí aparecían siempre en las fotografías con garrafas donde no caben más de 20 litros. Es decir, los que no dan la cara son al final de cuentas los responsables de este tipo de hechos, y con ellos nos referimos a la delincuencia organizada, en últimas fechas cabezas de este gigantesco negocio. Los otros, los que siempre se ven con bidones en la tarea de ordeñar las tuberías, no.